
Y alimentamos los milagros de la soledad
con nuestra propia carne.
Vicente Huidobro.
Antes de ser el feto lanzado
a este rincón del mundo,
yo era un ángel
dormido en la mano de Dios...
La taza repleta de amargura,
el cenicero copeteado de angustia,
la cama rebosante de cisnes muertos,
un bar nublado en los pulmones.
En medio del naufragio,
hasta un ataúd
puede salvarme
pero no soportaría
ser arrojado a otra isla.
Buscaría el amor en una puta
pero sólo encontraría
la miseria de un billete.
Buscaría el amor en Danka
pero sus ojos distantes
serían un continuo reproche
a la sencillez de mi humanidad.
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Jorge te escucha, habla con él