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25 de junio de 2008

Un excelente articulo

Gerónimo, el apache


"Estamos desapareciendo de la Tierra y, sin embargo, no creo que seamos inútiles, o Usen no nos habría creado".

INTRODUCCIÓN
Gerónimo forma parte de los jefes cuyos nombres simbolizan la resistencia india frente al naciente imperialismo norteamericano, pero su figura se ha visto envuelta en un halo de leyenda que ha distorsionado su verdadera imagen. Durante mucho tiempo fue considerado como un simple salvaje sanguinario, idealizado después como una especie de profeta indio.
Lo que sí nos consta como cierta es su resuelta independencia y su gran sentido de la economía de medios, que le dio buen resultado a la hora de mantener a su familia, de proveer a la banda mediante correrías o de organizar un provechoso comercio de recuerdos. Tenía una curiosidad intelectual muy viva y un pensamiento muy original. Era obstinado y práctico, despiadado con sus enemigos y amable y leal con sus amigos. El amor que sentía por su tierra montañosa fue una constante en su vida, junto con su profunda religiosidad, y cuando hacía una promesa, juramento y ceremonia incluidos, que para los blancos eran detalles poéticos, él mantenía su palabra.
EL OCASO DE UN PUEBLO
Al este de Norteamérica llegó un hombre alto, de cabellos rubios y ojos azules. Los indios creyeron que era el dios que cumplía una de sus profecías. Se llamaba Leif Erickson y pertenecía a la tribu de los vikingos. Ellos no se quedaron, marcharon a sus tierras de nuevo. Los indios esperaron largo tiempo y otros dioses blancos llegaron: los conquistadores revestidos de hierro y montados en grandes caballos, que traían una afición desmedida y malsana por el metal amarillo. Fue una verdadera invasión. Y como sólo hallaron cobre y mica, decidieron apropiarse de otras riquezas: las tierras.
Es a principios del siglo XVII, con la colonización francesa, cuando se perfila la ofensiva europea. En los primeros tiempos la situación es delicada para los colonos, sólo son un puñado ante 30.000 indios. Poco a poco avanzaron en un baño de sangre, pues para los puritanos los indios eran crueles salvajes bárbaros, hijos de Satán. En este contexto se sitúan las guerras contra los iroqueses y los hurones. Paradoja de la Historia: La Liga Iroquesa tenía un reglamento interno que constituyó, con pocos retoques, la primera constitución norteamericana.
He aquí uno de los primeros prejuicios: "los indios vivían en la Edad de Piedra". El argumento utilizado: "sus armas no tenían puntas de hierro". Juzgamos a los pueblos por su tecnología, sin tener en cuenta sus progresos en otras áreas del amplio espectro humano. Las tribus del sudoeste se componían de grandes constructores, como la civilización Hopewell o Cahokia, y su organización social era inmejorable. Hoy hablamos del ciclo natural, el reciclaje, el cuidado a nuestro planeta, y esto precisamente lo encontramos en las tribus indias. Los europeos se quedan impresionados por la sabiduría con que los indios cazaban, practicaban la agricultura o sacaban partido al medio que les rodeaba siguiendo un ciclo natural que no agredía a ese medio ambiente. Cada pueblo producía lo necesario para satisfacer sus necesidades, alimentos, abrigo y productos para el intercambio con las naciones vecinas. La condición era no generar diferencias excesivas entre los miembros de una comunidad, haciendo funcionar con generosidad el principio de redistribución.
En el siglo XVIII, la impaciencia de los colonos está en su punto culminante, pues las mejores tierras siguen en manos de los indios. En 1792, con la independencia norteamericana, el presidente George Washington decide enviar una misión de paz al valle de Ohio haciendo saber a los indios que la nueva nación desea llevarles la civilización y educar a sus hijos.

LA GUERRA
Tendríamos que volver a nacer para comprender el sentido natural de esta palabra, que no tiene nada que ver con los últimos 1500 años de guerras occidentales. ¿Qué honor hay cuando la guerra se convierte en una matanza? Para el indio hay más bravura en tocar que en matar a un enemigo.
Al levantarse, cuando el sol lucía y el tiempo era claro, el indio exclamaba: "¡Buen día para morir!" Quizá la enfermedad mayor del hombre blanco, junto con la hipocresía y la ambición, sea su miedo a la muerte, su sentir que la vida no tiene otro sentido ni otro destino que vivir, o más bien sobrevivir a costa de todo.
La resistencia india del Este juega sus últimas bazas con Tecumesh ("León de la Montaña"), jefe de los Shawnees de 1805 a 1811, que fue el más formidable enemigo que encontrarían los yanquis en la colonización, llamado el Napoleón de los indios, pues consiguió, en tiempos de guerra y en tiempos de paz, el arma más poderosa contra los blancos: la unidad. Ya no bastaba con bravos guerreros, hacía falta un hombre que pudiera enfrentarse con políticos y juristas en sus "contratos de compra". Con su muerte, el camino hacia el Oeste se abrió para Europa.
Quizá resulte ocioso continuar explicando la historia. Los hechos fueron repitiéndose siempre de la misma forma trágica. Siempre igual; tratados incumplidos, engaños, heroica resistencia y derrotas.
EL MITO APACHE
Gerónimo era de la tribu apache de los chiricahuas. Los apaches eran un pueblo especialmente feroz, maestros en el arte de la guerrilla. Eso hizo que sus tierras fueran respetadas largo tiempo por los colonos, pero pronto las continuas riadas de inmigrantes de todos los países de Europa hicieron que no hubiera otras tierras que ocupar más que las de los apaches. Al principio éstos no se mostraron demasiado hostiles, pero con el asesinato del jefe Mangas Coloradas se desencadenó una guerra que se convertiría en la pesadilla de los ejércitos norteamericano y mejicano. Es la guerra de las praderas y Sierra Madre, que, dicen, pertenece más al mito que a la historia.
El 5 de septiembre de 1886, desde Fort Bowie en Arizona, una noticia cruzó como un rayo la nación norteamericana:
¡Gerónimo ha sido capturado!
16 guerreros, 14 mujeres y 6 niños se rindieron al general Nelson Miles. Se habían necesitado 5.000 hombres para su captura, 6 generales y una red de puestos para transmitir los mensajes y falsas promesas.
¿Quién era Gerónimo?
EL GUERRERO Y EL CHAMÁN
Nació en 1823, 0 1829, no se sabe con seguridad, y se le llamó "Goyakla" (el que bosteza). Cuando creció, su madre le enseñó las leyendas de su pueblo, y su padre las hazañas de los guerreros y el sendero de la lucha.
A los 5 ó 6 años empezó a trabajar en el poblado: cuidar de los caballos, recoger bayas y nueces, plantar el maíz, el tiro al arco... Alrededor de los 14 años pasaban por los ritos de iniciación. Para las chicas era una ceremonia entrañable que duraba toda una noche de danzas (la danza de los espíritus de la montaña). La última conocida fue la ceremonia para la nieta de Gerónimo, donde los indios se las arreglaron para hacer el ritual a escondidas de curiosos y periodistas, por lo que sólo conocemos las formas, los vestidos, pero no la esencia. Los chicos se convertían en "el que va a capturar un caballo". Pasados los ritos de purificación, abandonaban el poblado antes de que el sol calentara la pradera. Las manadas estaban lejos, caminaban días sin parar y sólo bebían agua en el río. Cuando divisaban la manada, escogían un potro y se acercaban. Entonces los caballos echaban a correr en estampida. Pero tras varios intentos alguno acaba por apartarse de la manada, y ya solitario, sigue huyendo algún tiempo, pero la resistencia del caballo sin comer ni dormir es menor que la del ser humano. Al tercer día, hambriento, el indio consigue que coma de su mano, se deje acariciar, y salta varias veces por encima de su lomo, de un lado a otro, sin montarlo. Así consigue que el caballo lo acepte como jinete.
Gerónimo acababa de iniciarse en la caza cuando murió su padre. Así que fue admitido en el consejo de guerreros a la edad precoz de 17 años, como Hijo del Agua, aprendiz de guerrero. Y se enamoró. Ella se llamaba Alope.
Pero en el verano de 1858, un día en que los guerreros estaban fuera del campamento, los mejicanos exterminaron a mujeres y niños. Gerónimo perdió allí a su mujer y sus hijos. Mangas Coloradas era el jefe de los apaches bedonkohoes. Reunidos en consejo, vieron que nada podían hacer frente a los mejicanos, y partieron esa noche en silencio. Gerónimo quemó todas las pertenencias de Alope, su tipi, y juró vengar a los apaches.
Mediante esa experiencia, Gerónimo recibió, al parecer, un don del Poder que iba a tener un papel importante el resto de su vida. Él describe la aparición de un oso gris de pelos de puntas blancas, que le aseguró que ningún arma de fuego podría jamás matarle y que sus flechas serían guiadas.
Empezaron a vivir en un estado de asedio y de incursiones a Méjico. Sin embargo, en el primer contacto con el gobierno de los EEUU, se sembró la semilla de la madeja enmarañada de las futuras relaciones.
Una de los mayores afrentas a los indios se debió a la crueldad y estupidez de los soldados. Mangas Coloradas, jefe reconocido por todos los apaches, fue al encuentro de los blancos en son de paz, y no sólo lo atacaron, sino que lo ataron, azotaron y asesinaron cuando supuestamente trataba de escapar (1863). El sentido del honor y el orgullo se alzó en Cochise y Gerónimo, y ya no negociaron más. Gerónimo estuvo íntimamente ligado a Cochise y luego a sus hijos Taza y Naiche, a quien él siempre respetó.
RESERVAS Y LIBERTAD
En 1871 llega el general Crook. Washington decide que algo hay que hacer con esos indios hostiles, y les ofrece un lugar, una reserva y medios de subsistencia. Pero esa no era vida para los indios acostumbrados al aire libre de la Sierra.
Entre 1877 y 1886 la frontera entre los EEUU y Méjico fue asolada por dos pequeñas bandas de indios apaches, liderados por los jefes Victorio y Gerónimo, que mantuvieron en jaque a las tropas federales durante casi 10 años.
El 2 de septiembre de 1877, 300 mimbreños apaches se escaparon de la reserva de San Carlos, en el sur de Arizona, y siguieron a Victorio hacia las montañas del norte. Aunque la mayoría de ellos se rendiría tan sólo un mes después, Victorio y otros 80 guerreros consiguieron eludir la persecución del ejército hasta el otoño de 1882, cuando 350 soldados mejicanos les derrotaron en la batalla de Tres Castillos. Aunque Victorio y la mayoría de sus hombres perecieron, la resistencia apache no había terminado.
La vida de Gerónimo se centró en Sierra Madre después de su fuga, la tercera, de San Carlos en 1881, y allí se reunieron las bandas de Juh, Nana, Chiricahuas, Nednais y Bedonkohones. En un sólo campamento hubo el mayor número de apaches reunidos desde hacía muchos años, con guerreros expertos.
La cooperación entre ejércitos de ambos países obligó a Gerónimo a volver a la reserva. El general Crook enroló exploradores apaches en su persecución y consiguió que Gerónimo se rindiera, pero éste no regresó a la reserva como pueblo derrotado, sino que llevó consigo pertenencias y ganado. Gerónimo no duró mucho en la reserva. Al año siguiente, en 1885, volvió a marchar a la montaña con 150 seguidores.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
La historia se repite para Gerónimo: corre, acosa, lucha, se oculta, luego acosa de nuevo, pero ni una sola vez en toda su trayectoria violó su "salvaje" código de honor. Gerónimo pidió la paz, parlamentó con Crook; sólo quería que su pueblo fuera gobernado por un hombre justo. Crook no le creyó.
La última huida de Gerónimo no fue masiva. Los soldados le convencieron de que lo querían ahorcar, y se escapó (quinta fuga), mientras era trasladado a un fuerte militar, con 24 indios apaches. La leyenda se completó, eludió al ejército durante más de 5 meses con 5.000 soldados asignados a su persecución.
El gobierno de los EEUU destituyó a Crook y llegó el general Miles. Durante estos meses las persecuciones fueron muy difíciles, pues el ejército no estaba acostumbrado a tener un enemigo tan poco numeroso. El teniente Gatewood, un hombre íntegro que conocía la lengua apache, consiguió hacer abandonar la senda de la guerra a Gerónimo.
Gerónimo quería regresar y tener una tierra para él y su tribu. Miles tenía orden de llevarlos a Florida. El tratado lo sellaron con una piedra. Duraría hasta que la piedra se hiciera polvo.
Miles redactó un informe para contentar a los burócratas. E incluso quiso sacarlos a escondidas antes de que llegara una orden contraria de Washington y no pudiera cumplir su palabra. No tuvo suerte, las distintas bandas de indios se encaminaban a 27 años de cautiverio. Los exploradores del ejército acabaron su misión: ya no quedaban indios en libertad.
Los subieron al tren. Hacinados, no soportaban el hedor, ni el ruido, y empezaron los primeros brotes de tuberculosis. La mortalidad era exagerada, 5 de cada 6. ¿La humedad de Florida? ¿La nostalgia? Parecía la extinción de una raza. Los burócratas especulaban sobre degeneraciones físicas, por lo que les prohibieron danzar en invierno (a un pueblo que siempre había vivido en la nieve). Gerónimo dijo:
Estamos desapareciendo de la Tierra, y sin embargo no creo que seamos inútiles, o Usen no nos habría creado.
Gerónimo reconoció la importancia de adquirir los conocimientos del hombre blanco, y fue un partidario entusiasta de las escuelas.
Durante los años de Fort Still, Gerónimo se convirtió en un bien comercial, un objeto de exposición para asegurarse el éxito de cualquier celebración. Era cortés, dueño de sí mismo, alerta y amable, y observaba y aprendía con fresca curiosidad y mente despierta. Pedía siempre el regreso a su patria natal. Era un hombre de una pieza, una personalidad sin fisuras a pesar de haber perdido a toda su familia, hijos, nietos, mujer...
En la vejez, la más persistente de las contaminaciones traídas por los blancos, el alcohol, lo llevaría a la muerte. El 15 de febrero de 1909 lo hallaron en el agua, borracho. Cogió una pulmonía. Su fuerte espíritu luchó contra la muerte y en la noche del 17 de febrero se rindió.
Naiche, alto, erguido, al pie de su tumba, hizo un discurso breve pero impresionante en lengua apache, recordando episodios de guerra. Hoy hay un solemne monumento de piedra coronado por un águila en el lugar.
En 1911 muere de tuberculosis la última descendiente de Gerónimo y los apaches.
Sara Ortiz Rous
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