Comenta

Comenta

28 de junio de 2013

La gratuidad de las buenas conciencias

Vivimos en una sociedad rica en buenas conciencias, en mentes piadosas preocupadas por el mundo que le dejamos a nuestros hijos, por los más altos valores de la convivencia humana, la responsabilidad social y el respeto a las instituciones que enarbolan al Estado mexicano.
Sucede que cuando se es figura pública no se está precisamente bajo los reflectores, se está bajo la lupa de inquisidores de la moral que señalarán cualquier actitud fuera de la sacrosanta investidura para de inmediato lanzar críticas punzocortantes bajo el pretexto de lo políticamente correcto y las buenas costumbres (“¿Quiere alguien pensar en los niños?”, diría la esposa del reverendo Alegría).
El 21 de este mes se difundió la noticia de que la entonces subprocuradora regional de Zitácuaro, María de la Luz Hernández Pacheco, había sido separada del cargo por indicación expresa del gobernador Jesús Reyna: Revisando lo ocurrido, he instruido al procurador para que inicie una investigación y separe de su cargo a la subprocuradora de Zitácuaro”, escribió el interino en su cuenta de Twitter. El motivo todos lo sabemos: un desayuno en la oficina para celebrar el Día de las Madres. En el festejo, en un ambiente de maternal chacoteo y entre fuertes dosis de café y grandes cantidades de jugo de naranja, un policía municipal se prestó al relajito y le hizo un torpe baile a la entonces subprocuradora simulando un striptease. Ahora imaginemos al alma caritativa que tuvo a bien grabar con el celular y subirlo a YouTube para espanto y horror de quienes pusieron el grito en el cielo ante tan abominable acto (y no me refiero sólo al baile del poli). Seguramente, entre risas y complicidad, en el fondo de un posible resentimiento pensaba: “Esto es una joya, ya te torcí”.
De nada le valió ser maestra en Derecho, ni el hecho de que antes de ser subprocuradora fuera secretaria técnica de la Secretaría de Seguridad Pública, ni que haya sido primera visitadora de la CEDH, un currículum que muchos funcionarios de la actual administración estatal quisieran. De nada le sirvió eso a María de la Luz Hernández Pacheco, pues desde una doble moral tan gratuita como intransigente, Reyna pidió su destitución para beneplácito de aquellos que dijeron: “Sí, la señora manoseando al pobre policía (porque sin la compasión estas lamentaciones carecen de sentido) y la pobre gente haciendo fila para que la atendieran”. De todos modos hacemos fila aunque no estén festejando nada.
Ahora, yo me pregunto: ¿Y si hubiera sido un subprocurador festejando el Día del Padre en el table?, ¿las reacciones hubieran sido iguales? No, si el supuesto no tuviera enemigos, si no hubiera asegurado la limpieza de la dependencia -como sí lo hizo la ex subprocuradora-, no si el funcionario tiene amigos poderosos que con una llamada lo sacan de cualquier aprieto, no si es un liderazgo en el partido que gobierna. Y si la presión social es mucha, no lo despiden, simplemente lo esconden en el área más administrativa de cualquier otra dependencia o lo ponen, aunque sea, de asesor del asesor con tal de mantenerlo en la nómina.
El caso es que ignoramos la cantidad de historias ocultas en la clase política y por eso sobredimensionamos unas cuantas y nos desgarramos las vestiduras y tomamos parte del linchamiento público, olvidando que no somos quiénes para lanzar la primera piedra. Hechos como el de la Subprocuaduría Regional de Zitácuaro se dan a conocer o se critican por venganza política, una guerra sucia contra quien estorba a ciertos intereses.
Pero yo me pregunto: ¿Cuántos políticos pederastas habrá en México?, ¿cuántos funcionarios gastan miles de pesos en prostitutas, alcohol y cocaína?, ¿en cuántas administraciones municipales morelianas han proliferado los table dance?, ¿cuántos políticos han cometido verdaderos delitos y el fuero los mantiene a salvo?, ¿cuántos desfalcos, cuánto encubrimiento, cuánta simulación?, ¿cuánta complicidad a cambio de jugosas propinas para otorgar contratos y licitaciones?, ¿cuántos juniors están en puestos importantes sólo porque el papá tiene poder político?, ¿cuántas plazas conseguidas sólo porque el papá tiene vara alta en la SEP?, ¿cuántas mordidas para conservar la licencia o de plano operar sin ella?, ¿cuántos funcionarios de los tres niveles gastan miles de pesos en una comida con sus nalgonas y achichincles y nada más piden la factura para recuperar el gasto?. ¿Cuántos Granier, cuántas Gordillo, cuántos Corderos, cuántos Barbaján, cuánta doble moral?, ¿cuántas telenovelas y cuánto futbol para no hacernos, para no hacerles, para no encarar a los políticos y gritarles a la cara estas preguntas?

23 de junio de 2013

El nuevo narcocorrido

Hace unas semanas, en diversos medios locales se publicó la nota sobre un adolescente de secundaria que tras propinarle una golpiza a uno de sus compañeros, pretendió extorsionar a su joven víctima. Inicio recordando esta penosa nota porque de inmediato, muchas voces se alzaron contra el bullying, contra nuestro fallido sistema educativo, criticando el hecho de que el suceso tuvo lugar en una colonia más o menos marginal de la ciudad de Morelia, esgrimiendo críticas contra el deficiente sistema de valores éticos y morales que se le está inculcando a nuestros niños y jóvenes. Estos pueden o no ser factores determinantes, aunque la propensión existe, y más si tomamos en cuenta qué clase de entretenimiento tienen los niños y adolescentes de algunos sectores de la población.
De unos años para acá, el narcocorrido, aquel género iniciado en los años 70 con Los Tigres del Norte, dio un giro radical que ayudó a que cobrara nuevo auge entre varios estratos sociales, no sólo el rural o el urbano económicamente vulnerable. Desde la década pasada, el narcocorrido dejó de narrar la trágica muerte de un traficante (recordemos que a Emilio Varela lo mató Camelia La Texana y que La Banda del Carro Rojo murió masacrada por los Rinches de Texas). Con el surgimiento de grupos como Los Razos, Los Originales de San Juan o Los Tucanes de Tijuana, tomó auge una idea: el crimen paga y a veces en dólares, muchos dólares.
Aunque con el duranguense y otras abominaciones gruperas el corrido se vio opacado, en 2009 surgió un subgénero de la música vulgar mexicana: el llamado Movimiento Alterado.
Con ritmos que asemejan mucho al zydeco (género folclórico del sureste de Estados Unidos cuyo distintivo es el virtuosismo de los acordeonistas) y letras agresivas, el Movimiento Alterado -nacido en Sinaloa- muestra lo más crudo del crimen organizado: balaceras, degollados, desmembrados, ejecuciones, levantones, extorsión, secuestro y todo ese largo etcétera del que a veces los medios no dan cuenta. Como muestra, basta escuchar “Las sombras de la muerte”, de Gabriel Silva: “Espectáculos de bombardeadas / incorporan satánicas granadas / torturas y rafagueadas / colección de cabezas mochadas / dejando en historias los hechos / pa’ que queden bien grabadas” (aclaro: sic).
Y ojalá sólo describieran esto, lamentablemente, como decía más arriba, el narcocorrido da la idea de que el crimen paga en dólares, y basta con que un adolescente sepa que no tiene oportunidades de progresar por la vía legal para, más tarde que temprano, caer seducido ante el embrujo del dinero fácil, la vida rápida y entrar a ese universo donde a todo se le acomoda el prefijo “narco”: narcocamionetas, narcofiestas, narcodólares, narconovias, narcocasas. Existencia rápida en la que saben que su vertiginosa vida útil será de cuando mucho cinco años, pues al cabo de ese tiempo o antes, o van a dar a la cárcel o acaban nutriendo aún más las cifras negras de los últimos siete años.
Ahora, ¿qué pasa con estos cautivos de la pobreza y la ignorancia que desde muy temprana edad delinquen?: es demasiado fácil que caigan en las garras de delincuentes que con mucha facilidad y algo de dinero los convertirán en halcones, después empezarán a distribuir al menudeo; si todo sale según la regla, pronto serán pistoleros entrenados por el mismo grupo delictivo que los reclutó (recordemos al Monchis, el tristemente célebre Niño Sicario), dando a estos desposeídos una identidad regional casi de manera religiosa, tal es el caso de Michoacán y sus grupos locales, como lo describe este corrido de la Banda Imperio: “Los Templarios sólo quieren / lo mejor para su gente, / combatir las extorsiones / y evitar que los secuestren. / Morelia está controlado / y también Apatzingán, / ya llegaron Los Templarios / y nadie los va a sacar”.

Al tener acceso a toda esta música a través de Internet, sumado a que los padres muchas veces no tienen el criterio para imponer reglas en cuanto a qué escuchan, qué leen (si es que lo hacen) y qué ven sus hijos, sucede algo similar a lo que le pasaría a un niño que desde los seis años ve pornografía: en el mejor de los casos será un masturbador compulsivo, pero también puede ser un violador. Igual sucede al exponer a los menores a este tipo de manifestaciones de la creatividad y el show bussiness: o termina imitando este tipo de actividades, como el púber de secundaria del que hablaba al inicio, o termina reclutado por algún grupo delictivo. Aunque tampoco hay que ser tan alarmista, pues en la mayoría de los casos, estos adolescentes sólo terminan siendo personas con pésimos gustos musicales y nula sensibilidad hacia la nota roja.

Desde el 12 de marzo de 2009, eres el visitante número...

Clan Amaral

Clan Amaral
Blasón del Clan Amaral