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29 de mayo de 2008

Inspección de rutina

Copándaro siempre ha sido un lugar seguro, un pueblo tranquilo de esos donde la gente se conoce entre sí y sabemos de qué pie cojea cada quien. Al menos así había sido hasta hace poco. En el transcurso del último año y como en casi todo el país, un grupo paramilitar, con tal de mantener el control de la actividad ilícita en la zona, que básicamente está constituida por narco menudeo y tráfico de indocumentados, ha asolado a la región a fin de intimidar a quienes no trabajan para ellos. Como conscuencia de esto, últimamente la presencia del ejército ha ido en aumento siendo constantes los retenes y cateos en toda la región de la cuenca del Lago de Cuitzeo que comprende los municipios de Cuitzeo, Huanadacareo, Chucándiro y Copándaro, con sus respectivas localidades.
Así, el sábado 24 de mayo, a las 9 de la mañana, cuando me disponía a llevar mi mujer a su trabajo, tocaron la puerta, salgo y me encuentro como con veinte soldados que habían estacionado su camión frente a mi casa. Después de las presentaciones, me preguntaron si en casa había armas de fuego o drogas, Era obvio que respondiera que no, con la esperanza de que no entraran pero de nada me valió, pidieron mi autorización para entrara a hacer una inspección de rutina y a los diez minutos salieron con sus hallazgos: un fusil mausser que yo tenía en mi recámara y una escopeta recortada que mi padre tenía en la suya. Debo decir que no sé de armas ni soy tan aficionado a ellas pero ese mausser tenía un valor sentimental por haber sido regalo de mi padre.
El punto de esto no es si se llevaron dos de nuestras pertenencias, el punto es que, si no entran los ladrones a robar, si no entran los de este grupo a esconderse (ya lo han hecho en otros lugares y cuando los de la casa se resisten son asesinados) van a entrar los soldados sin orden de cateo ni documento alguno que avale sus actividades y se llevarán lo que según ellos sea ilegal. Entraron a mi casa, a mi cuarto, abrieron el cajón de la ropa interior de mi mujer, el armario de mis padres, los cajones de mi escritorio y revisaron los zapatos de mi hermano para buscar armas o drogas. Pude resistirme pero, qué habría pasado: me habrían arrestado y en mi expediente ya habría antecedentes penales, hubiera tenido que pagar la multa y hacerle pasar un pésimo trago a mi mujer.
Cierto, ellos hacen su chamba pero a causa de las corruptelas en este país, ahora los ciudadanos comunes debemos pagar con privacidad el precio de la seguridad. Como diría Héctor Suárez: "¿Qué nos pasa?".

27 de mayo de 2008

Ya tengo compu otra vez, se siente chido.

Para celebrar tal acontecimiento, comparto con vos este fragmento de El capitán salió a comer y los marineros han tomado el barco, de maese Charles Bukowski.

Subí y me senté delante del ordenador. Es mi nuevo consolador. Mi escritura se ha duplicado en potencia y rendimiento desde que lo tengo. Es una cosa mágica. Me siento delante de él como la mayoría de la gente se sienta delante del televisor.
“No es más que una máquina de escribir glorificada”, me dijo una vez mi yerno.
Pero él no es escritor. No sabe lo que es que las palabras le hinquen el diente al espacio, y se encienda; que los pensamientos que te pasan por la cabeza se puedan convertir inmediatamente en palabras, que a su vez desencadenan más pensamientos, seguidos de más palabras. Con una máquina de escribir es como andar atravesando fango. Con un ordenador, es como patinar sobre hielo. Es un estallido de fuego. Claro que si no tienes nada dentro, da igual. Y luego está el trabajo de limpieza, correcciones. Qué demonios, yo antes tenía que escribirlo todo dos veces. La primera vez para ponerlo en el papel, y la segunda para corregir los errores y las meteduras de pata. Pero de esta manera se convierte en una sola carrera, llena de diversión, de gloria y de escapatoria.
Me pregunto cuál será el siguiente paso después del ordenador. Probablemente nos limitaremos a ponernos los dedos en las sienes y saldrá una masa perfecta de palabras. Por supuesto, habrá que llenar el depósito antes de arrancar, pero siempre habrá unos cuantos afortunados que lo puedan hacer. O eso esperamos.

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Clan Amaral

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