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14 de septiembre de 2007

Aquí les dejo esta entrevista con el maestrazo

"Me gana la risa"
Por eso luego me andan corriendo
Entrevista de Alicia Rosas a Hugo Gutiérrez Vega


No sólo en cuestión de escritura Hugo Gutiérrez Vega es optimista —"La letra está viva y seguirá viva por mucho tiempo, y aun frente a las cosas más complejas de la cibernética yo veo el alfabeto"—, el director del suplemento "La Jornada Semanal" invoca los "momentos dorados" que da la alegría de vivir y alude a la capacidad de reírse de uno mismo. Con voz apresurada, el poeta, periodista, en otro momento profesor y actor, embajador retirado —"conservo una especie de confianza irreductible en la negociación como la mejor forma de enfrentarse a los problemas de las relaciones humanas"—, buen cocinero que manifiesta ser adorador de las mujeres —al ver un retrato de Ava Gardner "la moral sube. De repente (de su reciente estancia en Puerto Rico) sales a la calle y ves pasar a una mulata y, como decía Bécquer, ‘te pones a creer en Dios’, reafirmas tu fe en el mundo y en la vida"—, Gutiérrez Vega, el hombre que se dice creyente de los sentidos, aprovecha todas las oportunidades posibles para reír, por lo pronto, en el transcurso de esta charla.

¿Cuál es la habilidad que como editor debe demostrar?
La lectura a primera vista, darse cuenta qué hay detrás de este primer vistazo, ya después viene el olfato, la intuición. La más gratificante experiencia editorial y que más satisfacción me ha dado es —siendo director de Difusión Cultural de la UNAM, en colaboración con Manuel Núñez Nava— una colección de poesía, Material de lectura.
¿Qué ofrecerá "La Jornada Semanal" que no ofrecen otros suplementos culturales?
"La Jornada Semanal" ha cumplido, tanto bajo la dirección de Roger Bartra como de Juan Villoro, un papel muy importante en lo que podemos llamar la crítica cultural; en esto nos hermanamos con los otros suplementos semanales y revistas culturales del país. (Ahora) no pretendemos, ni mucho menos, descubrir América, pero sí cubrir algunos campos como la música de rock, algo de cibernética —aunque en eso soy como el hombre primitivo frente al fuego— y, sobre todo, nos interesa mucho la relación con América Latina; difundir sus producciones —esperar que difundan las nuestras— y establecer un diálogo.
¿Como editor hay que mirar muy bien a quién se le publica?
Creo que uno de los aspectos principales es la calidad y mantener una actitud muy abierta. En el caso mío, me hermano con facilidad con todos los grupos, no pertenezco a alguno; mi edad también me da cierto alejamiento natural —si Monsiváis lee esta entrevista pensará que es un distanciamiento del mundo y un acercamiento a la tumba— y la mayor oportunidad posible para que el suplemento recoja obras de las distintas tendencias y actitudes estéticas siguiendo como único criterio de selección la calidad; en esto puede ser que nos equivoquemos y cometamos errores, de una vez lo admito y, como decían los viejos cómicos, de antemano pedimos perdón por las pendejadas que hagamos.
¿En la difusión de la cultura le ha ayudado más la diplomacia, su propio bagaje cultural o su fe en los políticos?
Mi interés por todos los mundos de la cultura entendida como entorno histórico-genético: la cultura popular, la académica y hasta la llamada comercial. Indudablemente que la diplomacia me ha servido para acercarme a otras realidades, establecer comparaciones y realizar lo que estrictamente es el trabajo de difusión. Lo que se refiere a "fe en los políticos", no creo que a ellos en lo personal les interese que la gente les tenga fe, los veo más interesados en que es teman.
¿Hay que "agarrar de los pelos" esos momentos de inspiración que dictan poesía?
Así es, si no, corren el riesgo de irse. Diría que son dos partes de un mismo proceso: inspiración o idea del poema y luego "elaboré" el trabajo para que el poema se realice. Aunque soy malo para teorizar, creo que cuando escribo un poema, éste crece o se desploma. Si realmente se cumplen las obligaciones poéticas resulta que ese poema que está como un árbol abatido por el furioso viento en el suelo, conserva algunas ramas verdes, aunque esté ya seco. No falta algún pájaro despistado que se posa en las ramas verdes pensando que están vivas. Así que a pesar de todo, aunque sean fragmentos, ramitas o una yemita, el poema, aunque se vaya a desplomar, sobrevive.
¿Qué fruto le ha dado mayor satisfacción?
De todo mi trabajo literario, la poesía; después el teatro, como trabajo de creación y, muy ligado a todo, el periodismo. He realizado muchos trabajos en mi vida para vivir o sobrevivir (otro ejemplo: trabajó en un restaurante paquistaní durante los seis meses que vivió en Nueva York y estudiaba teatro en el Actor Studio). Fui un actor más o menos cumplido y eficiente, hasta ahí; cuando llegué a cierta edad, por el tipo físico y por la barba, generalmente tenía papeles de arzobispo o de viejito.
¿Entonces prefirió dejar la actuación antes que quitarse la barba?
Es muy difícil quitarse la barba, se vuelve una segunda naturaleza.
¿En quién deposita su fe: Dios o los jóvenes?
Tengo una noción de Dios y, en general, tengo fe en los muchachos y en las muchachas. Son las gentes que están haciendo este mundo, nosotros ya cometimos bastantes estropicios, no les estamos dejando muy bien el escenario, lo menos que puede tener uno es fe en las siguientes generaciones. Es una manera de aferrarse a la vida o de afirmar los valores. También es una demagogia decir que el mundo es de los jóvenes, no es cierto; los viejos nos aferramos al poder, a los jirones de vida que nos quedan. Cito a Hermann Hesse: "El que quiera nacer, tiene que destruir un mundo", cada generación se va abriendo paso, y no digo que tengo esperanza en los jóvenes, es un lugar común, ellos son los que construyen su propia esperanza, y ya nos irán sacando adelante a empujones y creando su propio mundo; que lo menos que podemos desear es que sea mejor que el nuestro.
¿Tuvo que destruir un mundo para abrirse paso?
No, me abrí paso con cierta facilidad, antes había más oportunidades. La generación mía tuvo menos problemas… yo no sé si me he abierto paso, no sé si he llegado y a dónde he llegado. Esas son cosas que a mí me confunden mucho. El único diploma que tengo y que me parece realmente importante es uno de la Royal London Dentists, la organización de dentistas de Londres que dice: "El señor Hugo Gutiérrez Vega, por su conducta valerosa en la silla del dentista", de éste estoy muy orgulloso.
¿Tiene sentido escribir poesía?
Escribir o leer poesía es un trabajo urgente, cotidiano. Es una de las cosas que hacen bien, como la brisa marina entre los cocoteros, como un ser hermoso, como acercarse a una idea. Hay personas para las cuales es peligroso pensar, de repente tienen una idea y se ponen al borde del derrame cerebral, creo que la idea general del país es pensar lo menos posible. Poesía son todas estas cosas bellas, urgentes y convenientes que hacen bien: pensar, repensar, dialogar, los seres y objetos hermosos de la naturaleza.
¿Qué hace para motivarse a pensar?
Me gusta ver, leer y escuchar. Decía Quevedo: Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos pero doctos libros juntos / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos. Todo lo que se refiere a los sentidos me estimula.
¿Qué tanto y con qué frecuencia dialoga con sus muertos?
Creo que es la única manera de regresarlos, aunque sea precariamente, a la vida. Sobre todo en el sueño, ahí no hay tiempos. Te voy a citar a Canetti, una gran fuente de sabiduría, él ya tenía 94 años y estaba muy malito, el médico le dijo: "Esto se acabó, se nos va", y Canetti le respondió: "Ay doctor, yo me moriría con mucho gusto, pero no tengo tiempo". La vida es más importante que la muerte, pero qué remedio. Aunque claro, ahí estaba el señor al que iban a fusilar y pedía perdón por estar nervioso porque era la primera vez que lo fusilaban. Lo que nos duele es la muerte de los seres que amamos y las muertes injustas, pavorosas, provocadas por el odio. La muerte personal es parte de la vida.
Un lugar común es decir que de músicos, poetas y locos todos tenemos un poco. De poeta usted tiene un mucho, ¿cuánto de músico y loco?
Adoro la música, forma parte de mi repertorio vital, incluso intento bailar, pero lo hago muy mal. De loco creo que mucho, mira, me han corrido de muchos lados y no han parado de correrme de todas partes. Eso indica que hay algo de desarreglo o no me adapto con tanta facilidad, pero para qué te cuento la biografía, la verdad es que hay una buena cantidad de expulsiones. Me ha interesado mucho huir de la solemnidad: una parte importante de la vida es la risa y a mí me ha pasado un poco lo que al Gordo y el Flaco, los hermanos Marx y a algunos mexicanos: en situaciones que se suponen muy importantes me gana la risa, por eso luego me andan corriendo.
¿No entienden que usted se ríe "con" y no "de"?
Tienes toda la razón, yo me río "con". La primera obligación del humorismo es burlarte de ti mismo, si no te tomas demasiado en serio, entonces ya puedes tratar las cosas serias en broma. Por supuesto que no todo es risa ni broma, pero si tratamos todo lo que nos preocupa y angustia con solemnidad, hay algo tramposo; hay que enfrentarlas con humanidad. Y forma parte de la humanidad esta actitud de risa, de hacer lo más alegre posible algunos momentos de gravedad.
¿Es de espíritu rebelde?
En algunos momentos ha habido más acción que la pura contemplación, pero déjame decirte que intenté el heroísmo varias veces, pero se me volvió comedia musical. No me he adaptado del todo a las circunstancias, no pertenezco a muchas cosas, pero me hermano con facilidad a muchas actitudes y movimientos. Lo mío ha sido una especie —perdón por la paradoja— de individualismo solidario.
¿Qué tan buen negociador es con su esposa?
Esta pregunta es muy buena porque la cultura machista se anda disfrazando de paternalismo, inclusive hay machos que se fingen feministas y, de alguna manera, para compensar a las mujeres de todos los agravios, dicen que las mujeres son más fuertes y más inteligentes, todo esto es una trampa. Tengo, y ella me tiene, una esposa desde hace muchos años, nos llevamos con buen humor, nos ayudamos; nos respetamos lo más que podemos. Pienso que es sumamente inteligente.
¿Qué tan machista es?
No demasiado; la de Juan Charrasqueado es una segunda naturaleza, pero la vigilo para evitarla.
¿A qué edad comenzó a jugar con las muñecas?
Desde muy chiquito, siete u ocho años. (Se perfiló…) como adorador de las mujeres, a ustedes les sigue gustando que uno las admire. El deseo sigue siendo uno de los grandes motores de la vida. Como diría Proust, si me dejas alburear, "me levanta el ánimo" —ya que lo otro se levanta con más dificultades— ver pasar a una muchacha con un ombliguito dorado. Hay otra posibilidad: el intercambio de ideas o de sensibilidades artísticas. Hace rato hablábamos de lo machista, hablé del ombligo, del cuerpazo; sin embargo, estimula hablar con un compañero de ideas. Ahí está el maldito Juan Charrasqueado.
¿Qué le sucede frente a una mujer inteligente?
Me fascina, el intercambio puede ser más rico porque la inteligencia de la mujer es una inteligencia en lucha. Los hombres no tenemos tanta necesidad de luchar, entonces, es más estimulante. Dense prisa, nosotros hemos hecho tantas pendejadas, que ya les toca a ustedes.

Susana Alicia Rosas es comunicóloga por la UNAM.
www.etcetera.com.mx

10 de septiembre de 2007

Observa glúteos

Caminar siempre le había resultado un fastidio, odiaba el sudor y amaba el sedentarismo pero, después de su segundo infarto, se vio en la necesidad de romper con sus estáticas costumbres. Ese día, mientras esperaba ser dado de alta en el hospital, se entretenía viendo a la enfermera cuyo voluptuoso reverso trascendía la fealdad del uniforme. Cuando el doctor entró se sintió aliviado: podía volver a su trabajo de oficina, a su coche con las dos horas de trayecto y buena música rumbo a su casa.
Mientras el doctor recitaba las indicaciones, Baldo no dejaba de ver a la enfermera. El médico, al notar la distracción, dio dos palmadas en el colchón que hicieron a Baldo salir de la enajenación.
–Y dígame, ¿qué hay de su vida sexual?
– ¿Es necesario que se lo diga?
–Sí, para tener su cuadro completo.
–Pues, no hay tal –respondió Baldo casi en un susurro.
–Mire, tiene que hacer más ejercicio, caminar al menos media hora al día y verá cómo recupera el vigor. Es más, le recomiendo que vaya a caminar al parque que está a dos cuadras de aquí, en la tarde se pone bueno –dijo el doctor señalando a la enfermera con los ojos.
Al día siguiente, compró tenis y tres trajes deportivos y fue al parque con la intención de caminar única y exclusivamente la media hora prescrita por el doctor. A medida que caminaba, su respiración se agitaba y de su frente escurría más sudor a cada paso, el calor se hacía insoportable. Se quitó la sudadera y se sentó junto a un árbol, tenía que recuperar el aliento. Jadeó y se quejó durante cinco minutos hasta que, al alzar la vista, divisó a la enfermera cuya ropa ajustada dejaba apreciar a la perfección toda esa belleza que el uniforme apenas insinuaba. Quería verla de cerca (específicamente el trasero) así que se puso de pié y comenzó a seguirla. Estaba a sólo tres metros de de ella cuando, de manera gradual, la enfermera aceleró el paso hasta que la caminata se volvió trote y el trote, carrera. La perdió de vista, pensó correr tras ella pero la condición de Baldo no daba para más.
Durante los días siguientes acudió sin falta al parque, le gustaba caminar tras la enfermera hasta que ésta aumentaba la velocidad. Si la enfermera no iba o Baldo la perdía de vista, volteaba hacia todos lados hasta que aparecía otra mujer de nalgatorio atractivo y caminaba tras ella. Así, los treinta minutos iniciales se habían convertido en días enteros hasta entrada la noche.
Ver a esas mujeres lo hacía sentir bien, siempre que iba tras un buen par de glúteos su respiración y pulso se aceleraban pero no como antes, ahora sentía una corriente eléctrica subiendo desde su entrepierna hasta el pecho. Al caminar tras una mujer, la excitación lo invadía; cuando la perdía de vista se sentaba junto al árbol más cercano para sentir cómo su erección se intensificaba al grado de que muchas veces tenía que meter la mano bajo la ropa para descargar todas esas imágenes.
Pasaron tres meses y poco le faltaba para vivir en el parque, pero ver y desfogarse manualmente ya no era suficiente, necesitaba más. Muchas veces pensó en acercarse a cualquiera de las mujeres que iban al parque pero ¿qué oportunidad tenía si era viejo, feo y con el carisma y la frescura de una roca? Había mujeres de su edad que podían no ser feas pero cuando las veía de cerca, se desilusionaba al notar que carecían de aquello que a él le interesaba o si lo tenían, no eran de la redondez y firmeza de los veinticinco años.
En sus masturbaciones, se veía a sí mismo acariciando las nalgas de una mujer hermosa, que por lo regular era la enfermera del hospital. Al andar tras una mujer, Baldo sólo pensaba en cómo podía ser al tacto, imaginaba la tersa piel, el músculo suave, la tibieza y hasta el tipo de prenda que cubriría la desnudez de aquella mujer. Por primera vez en su vida, Baldo sentía una incontenible urgencia sexual.
Una tarde, mientras caminaba tras una adolescente, vio a una mujer que, agachada con las piernas rectas, acomodaba los cordones de los tenis. Caminó hacia ella para ver mejor y, al acercarse, vio que era la enfermera, quien ese día llevaba puesta una licra blanca que dejaba traslucir la pequeña tanga que usaba. Baldo suspiró, la mujer estaba en una posición sumamente vulnerable, sintió cómo la fuerza de gravedad atraía su mano hacia ese culo. Lo pensó dos segundos, vio los posibles puntos de huida por donde sería lo menos visto posible, verificó que no hubiera gente cerca y lo hizo. El ligero roce que había planeado se convirtió en un fuerte apretón que hizo saltar a la enfermera. Baldo estaba por emprender el escape cuando una mano lo sujetó por la muñeca, de inmediato sintió un pie entre los suyos y la dureza del suelo en la cara. Lo que Baldo no sabía, era que la enfermera, además del trabajo en el hospital, practicaba karate desde los seis años y que, incluso, había sido semifinalista en un par de competencias locales.

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