En la semana, durante una charla con
Francisco Valenzuela, director de Revesonline.com, surgió el tema de las nuevas
religiones y los temas virales que no hay que tocar, a menos que sea desde lo
políticamente correcto. El asunto me estuvo dando vueltas, así que me puse a
investigar sobre estos cultos postmodernos, pero a medida que me enteraba, más
se reforzaba mi negativa a alienarme a cualquiera de ellos.
La sociedad actual, tan bombardeada de
información y tan inmersa en el individualismo, en muchas ocasiones necesita
alicientes que ayuden a las personas a lidiar con ese sentimiento de orfandad
espiritual tan propio de las sociedades occidentales, sobre todo en el sector
más joven de la población. Ese sentimiento ha provocado que ciertas tendencias
de pensamiento y de costumbres se hayan vuelto, en mayor o menor medida, nuevos
cultos o religiones contemporáneas basadas en el tributo a la superioridad
moral sobre los demás. El amor a la bicicleta, el veganismo, el sensocentrismo,
los antitaurinos, la igualdad animal y demás tendencias, aunque buenas en
principio y loables, llega un momento en que sus adeptos se suscriben a ellas
por la vanidad de sentirse superiores a los demás en términos morales:
autocomplacencia.
A quienes manejamos automóvil, es común que
los amantes de la bicicleta nos vean con cierto resentimiento pues estamos
ensuciando su planeta, contaminando su ciudad e invadiendo sus carriles; pero
nosotros, los automovilistas, no podemos verlos feo porque a final de cuentas
no somos más que esclavos del coche que no tenemos conciencia ecológica ni
cuidamos nuestra salud, somos unos trogloditas motorizados a quienes hay que
educar y concientizar para que dejemos el coche, compremos una bici y
atravesemos la ciudad para ir a trabajar o a la escuela, lo cual, en cualquier
urbe mexicana, no es precisamente lo más seguro.
Al veganismo, con todo y que tiene un
sustento teórico bastante sólido y una serie de valores de cuidado a la salud y
al ambiente, así como respeto a todas las formas de vida y demás aspectos, le
ocurre lo que a los partidos políticos: en principio es bueno, lo malo está en su
militancia. Lo anterior se debe a que en el veganismo no se trata sólo de dejar
de comer carne para no estar gordo, se trata de detener la explotación a
cualquier animal con el fin que sea, y es por eso que dejan de consumir, vestir
o utilizar para otros fines cualquier producto de origen animal, y esa postura
sustenta toda una forma de vida. Hasta aquí vamos bien, lo malo es cuando el
vegano de pose va por el mundo insultando a todo aquel que no tiene su estilo
de vida, que come carne, que quizá le gusta la tauromaquia; el vegano de pose,
con todo y su amor a la naturaleza, es un ser intolerante -incluso agresivo-
hacia quienes no piensan o viven como él, vaya contradicción.
El sensocentrismo, por poner otro ejemplo,
es una forma de pensamiento basada en la idea de que cualquier organismo capaz
de sentir merece ser considerado y respetado, y eso incluye a los animales,
pero se supone que también involucra a las plantas (siguiendo con este orden de
ideas bastante románticas), las cuales, se supone, sufren al ver arrancados sus
frutos, entonces ¿por qué lo hacen?, y pregunto porque es una de las bases
ideológicas del veganismo.
De los antitaurinos ya ni hablamos, sus
posturas no me merecen el más mínimo aprecio porque siempre son los dos o tres
argumentos socarrones de siempre; es gente que se subió al tándem (para no
contaminar, of course) de lo políticamente correcto y pide la abolición de una
actividad milenaria, no porque la entienda y vea lo malo en ella, sino porque
hay que estar a tono con las nuevas tendencias religiosas del siglo XXI. El
asunto es que si consiguen que se prohíba la tauromaquia, condenarán a la
extinción a una raza bovina criada para este fin, acabando con muchas fuentes
de empleo directa o indirectamente generadas en las ganaderías y en las plazas
de toros y, en países como España o México, el horno no está para bollos en
materia laboral.
Otro culto postmoderno es el propagado por
la organización Igualdad Animal (www.igualdadanimal.org),
que tiene presencia
en diferentes países europeos y en Venezuela. Lo que este grupo plantea es que
ha de detenerse la explotación de los animales con fines alimenticios,
recreativos y para vestimenta, además de la experimentación científica; es así
que han incursionado en granjas para liberar cerdos y gallinas que, ¡oh, Dios
mío!, estaban siendo engordados para consumo humano, vaya aberración. Pero
también han tomado por asalto plazas de toros de toda España, se han encadenado
en los rastros para evitar que los pobres cerditos acaben en los platos de desalmadas
familias que, sin escrúpulo alguno, comen carne, violando así los derechos de
los animales. Su sustento “teórico” es la lucha contra el especismo, entendido
éste como la egoísta actitud humana de poner nuestros intereses muy por encima
de los intereses de los animales, simplemente porque podemos hacerlo. Claro que
algo que esta organización no ha sabido exponer es cuáles son los intereses de
los animales ya que las vacas y los cerdos no han difundido manifiesto alguno;
y es que, por más que lo intento, no logro entender cómo se puede establecer
una relación humana con un animal dado que, aunque cuido y atiendo a las
mascotas de mi casa, incluso tomándoles cierto cariño, no dejan de ser
animales; por lo tanto, no podría relacionarme con estos como me relaciono con
mis amigos y mi familia, con quienes hay una interacción de otro orden, el
humano.
Todas estas son posturas respetables pero
mal sustentadas algunas de ellas, y es por eso que muchos de sus adeptos y
fanáticos caen en serias contradicciones, como pretender rescatar a un toro
para que no muera pero celebrar cuando un tortero es herido de muerte durante
la faena, un baño de sangre que los llena de éxtasis.
En fin, todos necesitamos creer en algo,
está en nuestra naturaleza, pero considero que hay temas más urgentes a nivel
global, pero también en lo local, en nuestro entorno inmediato; no podemos ir
por el mundo diciéndole a la gente qué comer para estar en sincronía con el
planeta si hay familias donde lo único que se sincroniza es el hambre con la
miseria, no es justo velar por los intereses y derechos de los animales cuando
los derechos humanos son constantemente pisoteados, no podemos desgarrarnos las
vestiduras cuando se vende un animal en el Zoológico si allá afuera hay redes
de trata de personas y prostitución infantil operando en total impunidad.
Cierto, hay muchos problemas, pero empecemos por los más urgentes y luego nos
ponemos a la moda ideológica.