Es duro enterarse de la muerte de un amigo, no me había dado plena cuenta de ello hasta la semana pasada, cuando un encuentro casual se convirtió en el momento de las malas noticias: el buen Lalo Camero había muerto.
Junto con el Pudri, era uno de mis hermanos-blues, quien alguna vez intentó enseñarme a tocar la armónica (uno de sus talentos) hasta que emigró a Guanatos, ciudad donde encontró su destino en una congestión alcohólica que lo llevó a la muerte.
Su familia y amigos cercanos lo llevaron a esparcirlo en las playas de Lázaro Cárdenas; ahora el Oceano Pacífico será más azul.
Pienso en todo esto mientras mi esposa me pregunta qué tengo, al tiempo que del celular elimino su número telefónico y susurro "El blues del atajo".
Salud Camero, y por allá te alcanzaremos.
Rest in peace.