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14 de marzo de 2008

10 de marzo de 2008

Tomado de mi diario personal.

Marzo 9, 2008

Guanajuato, una ciudad cuyo centro parece una imitación del Show de Trumman: a las doce de la noche hay gente lavando las calles, limpiando fachadas, retocando líneas de cruce peatonal. Sin embargo, amo esa ciudad: su estrechez, la magia de los túneles, su aire festivo, la vida nocturna que no descansa, los personajes que la pueblan, como la María Sabina del queso asadero.

En esa ciudad de calles estrechas y callejones de serpentina, encontré los ojos más bellos, esos cuya pureza me invitó a estar entre los brazos más cálidos que jamás me habían abrazado. Si ella, “en mis labios encontró la muerte”, yo en los de ella encontré un mate con azúcar, un poema del que me he adueñado y un abrazo en el que me hubiera gustado quedarme a vivir. Ella ha hecho de mi alma un callejón donde los pájaros anidan.

Ahora, mientras escucho a Mrs. Koko Taylor, pienso en Rocío Mexicano, en su poesía, en sus ojos café claro, en sus manos, en nuestro nerviosismo, en nuestros cuerpos perfectamente acoplados y en cómo, gracias a ella, lo que para Samperio es una “ciudad onírica”, para mí se ha vuelto una ciudad amada, en la que no puedo pensar sin sentir que mi alma se transporta hacia allá, hacia ella.

Gracias, Rocío Mexicano: lectora de manos, mujer que sabe volar.




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