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30 de agosto de 2007

El decir de Jorge Leónidas Escudero

En abril de 2006 llegó a mis manos un libro cuyo título y autor –mea culpa– me resultaron desconocidos; ahora, a más de un año de distancia y por alguna extraña razón (sobre mi escritorio siempre hay seis o siete libros de lectura pendiente) he tomado aquel volumen: Le dije y me dijo, Antología Poética, de Jorge Leónidas Escudero, con selección y prólogo de Benjamín Valdivia para Azafrán y Cinabrio Ediciones.

La poesía de Escudero, como la de nicolás Guillén con los regionalismos cubanos, está llena de argentinismos que delatanb all poeta como un apasionado del campo. Su poesía constituye la bitácora de su real y ardua búsqueda de oro por las comarcas argentinas. Entre esos viajes, el poerta va tejiendpo el manto de su poesía que da al lector el goce de la camaradería y la confidencia.Jorge Leónidas Escudero escapa del grupo de poetas grandilocuentes, magnánimos y profundos ad nauseam, más bien se trata del poeta que toma la mano del lector y le dice “ven, quiero platicarte algo”. Desde una mirada y con una voz sencillas, esta poesía hace un constante recorrido por el transcurrir humano:
y pusieron los codos encima del pasado
para hablar de lo que no hace
aparecer la luz en las calles de hoy.
En estos poemas, el lector no encontrará ripios ni barroquismos; de hecho, es una poesía en la que el autor economiza palabras y letras sin que por ello la imagen se difumine, por el contrario, las imágenes son claras y nítidas; como ejemplo de esto, un verso que (aquí entre nos) resulta arrollador: Contra las cuerdas dije mis manos en la unión; o este otro: pronunció una mirada hacia mí; o bien, Cierto dolor andaba yo el parque. Esta construcción de los versos da al poema la belleza de la claridad y la síntesis alusiva, además de un ritmo que dota al registro poético de Escudero de una encantadora originalidad . otra característica, muy suya, es el recorte fonético que hace en las palabras: Xactamente, hombre ngañoso o porque n’ese lugar caí igual, etc. Estos recursos nos presentan una poesía honesta, apartada de las pretensiones y que hace al lector sumergirse en ese viaje por el campo argentino.
Escudero es un poeta que se juega el todo por el todo sin temor ni vacilaciones. La poesaía de Escudero no teme decir, quizá como reflejo de sus dos grandes obseciones: la minería y el juego, en las que se da el estira y afloja entre el afán de ganar y la posibilidad de perder:
lo que tengo lo ongo sobre la mesa
para perder o ganar sin un gesto en la cara,
porque sé ya no puedo regresar al caino
sino jugarme el resto. Me juego, estoy jugado
aunque vaya a parar en desgracia
Así pues, Escudero se empeña en darle topes al destino y retar a la suerte aun a sabiendas del resultado, como en el poema (cuyo nombre ya en sí es emblemático: Destino) en el que una mujer le aconseja salir de andar entre los buscadores de no encontrar, y a quien el poeta responde:
no puedo bedecerla pues me pasé la vida
en intentar lo desconocido y ahora
¿qué hago con la costumbre de no encontrar?
y al final concluye:
¿pero es que qué culpa temgo yo si
al revés de lo que opina tanta gente
me complace buscar lo que no encuentro?
Esta es la misma búsqueda del poeta: el tesoro de la poesía que, una vez hallado, desvanecerá todos los motivos para seguir escribiendo.

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