
Javier Bátiz
se levantó esta mañana
y su mujer se había ido,
de veras está solo.
Tus recuerdos son nebulosos:
no estás muy seguro
de si lo sacudiste en el cenicero
o lo tibio de aquella boca
se diluyó en una cerveza.
Hoy estás a salvo,
nadie está para dejarte:
quizá ya no eres buen amante,
quizá nunca lo fuiste
y nadie te lo dijo
o deberías bailar más
y emborracharte menos,
quizá no deberías estar
tanto tiempo con tus muertos
ni siempre ser el espectador.
Quizá las respuestas
están en la cerveza.
Bebes más aprisa.
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