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14 de octubre de 2010

Rabioso


La rabia es mi vocación.
Silvio Rodríguez


I
El poeta rabioso
se sienta en un café
y escupe sus verdades
sobre el papel.
No puede evitarlo,
aun cree en las causas
que otros ya perdieron;
ha publicado uno o dos poemas
y empieza a escalar el ladrillo.

El poeta rabioso
no se marea con elogios
pero ya imagina en su frente
los laureles del Estado.

II
Han pasado los años,
quizá ya existen libros
con su nombre en la portada
y en la solapa una foto
con cara de “¿no que no pendejos?”

Tiene una esposa
con la que se casa
algunos días y noches
y esos hijos
exigiendo siempre más;
trabaja en equis cosa
para pagar su estancia
en la vida que eligió,
podría decirse y sentirse
un hombre pleno.

Pero hay una hora
del día o la semana
en que desaparece
de todo y para todos,
se sienta en el mismo café
y, aunque sin la rabia de antes,
vuelve a ser poeta.

13 de octubre de 2010

Pequeña

I
Qué acto tan animal
entraña la vida,
divina bestialidad,
primigenia pureza
derramada sobre un ser
que respira y se mueve
sin saber del mundo de afuera.

Ahí, tendidas frente a frente
en perfecta comunión,
yo paso a segundo término
pues entre ustedes
hay una íntima ontología
de la cual soy relegado.

II
Pequeña criatura,
nos reconocemos,
en la cara que me cortaron
para ponértela a ti.

En tus ojos encuentro
la identidad,
somos parte de un todo
que se regenera
con tu florecimiento
y mi decadencia.

III
Amanece por fin,
en la habitación
el sol se asoma
por la ventana
de tu sonrisa.

Te regalo el mundo,
es tuyo,
sólo tienes que ir por él.

12 de octubre de 2010

Tiempo después

Para Alejandra y Fernanda,
amor de mi vida la una,
amor para mi vida la otra.


Solía tejer palabras
en el telar de la miseria,
sin más alimento
que el café, el tabaco
y una que otra desventura.

Anduve las ciudades
con un ramo de sueños
en el bolsillo izquierdo
y algunas pesadillas
borrando mis pisadas.

Algún tiempo después
el mundo ha cambiado
¿a dónde se fue todo?
¿a dónde las noches
de humo y blues?
¿a dónde la certeza
de ser un desheredado?
¿a dónde los naufragios
al momento de zarpar?
¿a dónde la proyectada
viudez de mi mano?
¿a dónde el afán
de prolongar letanías
hasta recibir un puñetazo?

Ya sin el cigarro
encendido con el alba,
contemplo una habitación
que se desborda por la ventana
y repaso las mismas preguntas
hasta descubrir que el tiempo
ha traído nuevos motivos
para seguir cantando.

11 de octubre de 2010

jejejeje

parece que el idiota que me acosaba en el blog ya no entra, fue un alivio ver que ya se canso de hostigarme

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