Tomar tú solo en el cuarto es lo más pendejo
que puedes hacer.
Mi mamá
que puedes hacer.
Mi mamá
En algún lugar,
entre los labios
y la garganta,
el licor se aligera:
trago ácido
vuelto nada,
sólo un recuerdo
que nunca sabré
si en verdad es mío.
Esta noche no hay carretera
ni ganas de morir a solas.
Hoy no espero llamadas
ni ver más señales de humo
que las de mis labios.
Así, y según el cactus de mi escritorio,
tengo derecho a enmudecer
dos o tres veces por semana.
Por eso emborracho las palabras:
que se queden quietas
y se asomen a la noche
sólo para recordarme
los olvidos necesarios.
entre los labios
y la garganta,
el licor se aligera:
trago ácido
vuelto nada,
sólo un recuerdo
que nunca sabré
si en verdad es mío.
Esta noche no hay carretera
ni ganas de morir a solas.
Hoy no espero llamadas
ni ver más señales de humo
que las de mis labios.
Así, y según el cactus de mi escritorio,
tengo derecho a enmudecer
dos o tres veces por semana.
Por eso emborracho las palabras:
que se queden quietas
y se asomen a la noche
sólo para recordarme
los olvidos necesarios.