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18 de octubre de 2013

El poder del acarreo

“Nada es tan desalentador como un esclavo satisfecho”.
Ricardo Flores Magón



Dip. Juan Carlos Orihuela Tello
Lo decía Raúl Mejía en su columna de esta semana: “Podrá no haber método, estrategia, plan, ruta crítica, cronogramas con metas y logros precisos, pero una cosa no ha de faltar: echarle ganas”. Inicio citando a maese Mejía porque en el Congreso local (a juzgar por su página de Internet) hay una especie de contador de iniciativas, puntos de acuerdo, reformas, participaciones ante el pleno y demás actividades legislativas que cada diputado debe realizar para no pasar por holgazán, para no poner en vergüenza a su bancada o ya de plano para justificar la quincena y los privilegios con que el Legislativo dota a sus integrantes. Y es así como cada semana vemos desfilar propuestas de iniciativas o de nuevas leyes que rayan en la ocurrencia (salvo algunos casos plausibles y hasta necesarios), en el mero echarle ganas a eso de la legislada para pasar lista y cubrir la cuota de rendimiento y eficiencia que en todo trabajo se requiere para mantener el empleo.
Pues resulta que ayer vi una nota que me llamó la atención. El diputado Juan Carlos Orihuela Tello presentó una iniciativa para sancionar el acto de acarrear a menores de doce años a manifestaciones, mítines, plantones, marchas, protestas y actos públicos que atenten contra la integridad física y mental del menor. De acuerdo, totalmente de acuerdo pues yo no llevaría a mi hija a un partido de futbol que puede terminar en un enfrentamiento entre porras ya que podría salir lastimada, tampoco la llevaría a un concierto de reggaetón o una presentación de Espinoza Paz (bueno, ni yo iría) pues eso la marcaría de por vida y luego tendría que gastar en terapia psicológica para ella y para mí.
Pero el diputado no lo decía en ese sentido, él utilizó, según la nota que leí, el término “acarrear”. Para quienes no estén al tanto de lo que significa ese extraño y casi nunca visto fenómeno del acarreo, se refiere a llevar con engaños, promesas o remuneración de por medio a grupos de gente para que llenen plazas, calles, foros o urnas. Los engaños pueden ser tan simples como llevar contingentes antorchistas a una supuesta
Sofía Castro, hijastra de Peña Nieto
marcha de la organización que resultó ser el cierre de campaña de Fausto Vallejo cuando era candidato a gobernador, las promesas pueden consistir en ofrecer una torta y un refresco, la gorrita alusiva, la playera y demás afiches conmemorativos a eventos como los mítines de todos los partidos políticos, el pasado Grito de Independencia en el Zócalo o una función de El cartero, en Veracruz, puesta en escena en la que participa una hija de La Gaviota y para la que el gobierno de Javier Duarte dispuso a la plantilla laboral de la administración de ese estado a fin de cubrir las localidades vacías, que eran muchas. Por otro lado, la remuneración puede ser desde 100 pesitos por pararse y gritar un rato en el mitin, hasta una tarjeta de Soriana o 500 por voto o mil pesos en el caso de las familias de electores que sufragaran en favor de muchos que se han ostentado como legisladores, gobernadores o presidentes de la República. Todo ello utilizando como medio el acarreo.
Pero mi pregunta es ¿Por qué la iniciativa del diputado sólo incluye a menores de edad? Orihuela Tello también debería incluir el acarreo de adultos a los mítines y protestas y a los eventos presidenciales, si es que Peña Nieto se digna a venir a Michoacán para recibir el amor de su pueblo. Si yo fuera diputado propondría penalizar el proporcionar camiones, propaganda y refrigerios a los militantes de los partidos políticos con dos fines esenciales: uno, poder ver, a efectos de medición, qué candidato o qué partido realmente tienen poder de convocatoria sin dar nada a cambio, con militancia pura y comprometida para así saber realmente el peso social que la clase política tiene en este país, y para ilustrarlo pongo un ejemplo: cuando López Obrador vino a Morelia con motivo de su última campaña por la Presidencia de la República, desfilaron Lázaro Cárdenas Batel, Minerva Bautista, Raúl Morón y demás personalidades del perredismo estatal y moreliano, todos se llevaron sendas rechiflas por parte de una concurrencia cuya reducida minoría era la única que portaba banderas y playeras partidistas, pues el grueso de quienes ahí estaban lo hacían sin más consigna que el apoyo honesto al candidato presidencial, y era a quien deseaban escuchar, era por quien estaban ahí. El segundo objetivo de prohibir el acarreo en todas sus formas sería el considerable ahorro para el IFE y el IEM, y por ende, para el país y en particular para el estado, pues en México, los partidos políticos son un barril sin fondo en materia presupuestal por las partidas asignadas a cada instituto para pago de nómina, gastos, espacios en medios de comunicación y, cuando se avecina un proceso electoral, el majadero, insultante gasto en publicidad, propaganda, mapaches, operadores políticos y movilización antes y durante la contienda, lo que constituye acarreo puro.

Pero volviendo al tema de los menores acarreados aludidos por Juan Carlos Orihuela, no debemos olvidar que cuando un niño o adolescente está en un mitin político es porque sus padres lo llevaron, y ese es uno de los detonantes para que el futuro adulto adopte una postura de filiación política. Creo que el hecho de que un niño asista, siempre vigilado por los padres y sin poner en riesgo su salud, a un evento de esa naturaleza, también forma parte de su educación cívica para que desde la infancia o la adolescencia se forje con ideales que quizá se refuercen y tomen forma con el paso de los años, con la educación y la madurez que a veces da el tiempo, eso sólo si los padres son militantes comprometidos y convencidos y no cazadores de tortas y playeras.
El asunto es que, por mucho, esta iniciativa luce ocurrente, como una buena puntada de un legislador que, sin denostar su trabajo, le echa ganas a eso de legislar; y estoy seguro de que ésta, como muchas otras, pasará al archivo de las iniciativas curiosas que nunca se dictaminan aunque se pase de una Legislatura a otra, pues la mayoría de los diputados siempre tienen mejores cosas qué hacer, como lucir bien ante los medios, debatir sobre la decoración de su recinto y aprobar un presupuesto con el que los mayores beneficiados son los propios intereses de la clase política. Por lo pronto y si otra cosa no sucede seguirá existiendo la figura del acarreado de todas las edades y a cualquier precio, pues el candidato en turno debe mostrar el músculo a sus adversarios y detractores, aunque para ello gaste millonarias sumas de dinero de su partido y de simpatizantes que después cobrarán el favor, pues un político pobre es un pobre político.

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