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14 de octubre de 2010

Rabioso


La rabia es mi vocación.
Silvio Rodríguez


I
El poeta rabioso
se sienta en un café
y escupe sus verdades
sobre el papel.
No puede evitarlo,
aun cree en las causas
que otros ya perdieron;
ha publicado uno o dos poemas
y empieza a escalar el ladrillo.

El poeta rabioso
no se marea con elogios
pero ya imagina en su frente
los laureles del Estado.

II
Han pasado los años,
quizá ya existen libros
con su nombre en la portada
y en la solapa una foto
con cara de “¿no que no pendejos?”

Tiene una esposa
con la que se casa
algunos días y noches
y esos hijos
exigiendo siempre más;
trabaja en equis cosa
para pagar su estancia
en la vida que eligió,
podría decirse y sentirse
un hombre pleno.

Pero hay una hora
del día o la semana
en que desaparece
de todo y para todos,
se sienta en el mismo café
y, aunque sin la rabia de antes,
vuelve a ser poeta.

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