A Fernanda,
que hoy cumple
La
canonización de Juan Pablo II puso otra vez sobre los reflectores la relación
de encubrimiento entre el ahora santo y Marcial Maciel en torno a los actos de
pederastia en que muchos miembros de Los Legionarios de Cristo, empezando por
el propio sacerdote mexicano, han incurrido. En muchos países son numerosos los
testimonios de víctimas de abuso sexual, son muchas las denuncias y pocas las
acciones, tan es así que recientemente, el Papa Francisco, a nombre de la Iglesia
católica, pidió perdón públicamente en un acto que causó revuelo internacional,
como cuando Juan Pablo II hizo lo propio porque El Vaticano no intercedió
durante el Holocausto.
Pero a pesar
de que la Iglesia ha comenzado a reconocer los abusos cometidos por sus
prelados, nada se ha hecho por transparentar la capacidad financiera de Los Legionarios
de Cristo, quienes a lo largo de América Latina y en varios países europeos
poseen cuantiosas propiedades y redes de escuelas privadas de todos los
niveles, operadas a través de fundaciones que se publicitan como de apoyo a los
sectores vulnerables, o bien los exclusivos colegios (donde han estudiado los
hijos de Carlos Slim o Jorge Hank Rhon) que funcionan como máquinas de hacer
dinero, pero también como centros de reclutamiento de quienes habrán de engrosar
sus filas y sus arcas.
Un pequeño
ejemplo del poder económico y de reclutamiento de Los Legionarios de Cristo lo
constituyen los diez campus de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México,
Veracruz, Querétaro, Puebla, Quintana Roo, Tamaulipas y Oaxaca; las quince
universidades que poseen en Chile, España, Italia y Estados Unidos, alrededor
de 150 colegios, 21 institutos y decenas de escuelas llamadas Mano Amiga,
operadas por la Fundación Altius, una de tantas caras económicas de la orden
fundada por Marcial Maciel, como diversas empresas inmobiliarias y organizaciones
como Un Kilo de Ayuda y Promotora Social México. Todas, en su conjunto, entre
2007 y 2012 -sólo por ejemplificar- sumaron capitales de hasta dos mil 300
millones de pesos anuales.
Hay una frase
de Marcial Maciel que define perfectamente el esquema empresarial diseñado por el
líder legionario y su círculo cercano: no hay mejor negocio que los pobres.
Este precepto se pone de manifiesto con el modo de operar de las fundaciones de
Los Legionarios de Cristo, que reciben cientos de millones de pesos como
donativos deducibles de impuestos bajo la cara de ser instituciones de ayuda.
Pero ahí no para el asunto ya que las instituciones financieras que son
propiedad de Promotora Social México ofrecen préstamos a personas que por su
bajo nivel adquisitivo o por trabajar en la informalidad no son susceptibles de
recibir un crédito en un banco convencional, esto a cambio de intereses muy
superiores a los que se manejan en el mercado crediticio, es así que el deudor
terminará pagando mucho más de lo que un banco cobraría como interés, sin
contar la deuda original.
Otra forma de
explotar el mercado de la clase media, cada vez más pobre, es a través de la
Fundación Altius con sus colegios Mano Amiga. El esquema es muy simple. Si
estos colegios estuvieran enfocados a las personas pudientes, como otros con
que también cuenta la orden religiosa, su mercado sería muy reducido, pero si a
los sectores populares en las zonas urbanas les ofrecen un colegio privado, con
la aparente ventaja educativa y de estatus social que ello representa,
recibiendo donativos de la iniciativa privada y cobrando colegiaturas de
acuerdo con el resultado de un estudio socioeconómico, su clientela será
sumamente amplia, sobre todo si consideramos el muy deficiente nivel que muchas
escuelas del sector público padecen, además del hartazgo de los padres de
familia que se han cansado de las huelgas y las marchas, sumado a la campaña de
desprestigio de que el magisterio (primordialmente el democrático) ha sido
víctima por parte del gobierno y muchos medios de comunicación. Entonces la
lógica es hasta obvia, y más en una sociedad predominantemente católica como la
nuestra: si pago mil pesos al mes pero me garantizan que no hay huelgas, que se
les enseña inglés y computación y aparte se les inculcan valores religiosos, no
hay ni que pensarlo.
Pero con todo
y que Juan Pablo II encubrió los abusos de Marcial Maciel, a quien definió como
“un guía eficaz de la juventud”, durante la visita del entonces Papa a México,
en 1994; con todo y que desoyó el clamor de las víctimas, acallado por el
poderío económico de los conocidos entre sus detractores como Millonarios de Cristo, a pesar de haber
presentado pruebas contundentes no sólo de la pederastia en la Iglesia, sino de
la adicción de Maciel a la morfina y sus derivados; con todo y eso, el grueso
del catolicismo celebró la canonización de El
Papa Viajero. Y es que mejor decisión no se pudo haber tomado en el
contexto actual.
En El Vaticano
son conscientes de que los abusos sexuales por parte de prelados y sacerdotes,
además del ritmo de vida actual, han mermado la cantidad de fieles, y es que la
Iglesia católica, en tanto que institución, se había venido anquilosando en el
conservadurismo de sus preceptos frente, por ejemplo, a la lucha de las mujeres
por el derecho a decidir un aborto, el debate sobre la legalización de la
mariguana en algunos países, la legalización de los matrimonios entre personas
del mismo sexo y demás cuestiones que han hecho que las sociedades
contemporáneas se replanteen muchos valores, volteando incluso hacia otros
cultos. Es por eso que (ya desde la investidura del Papa Francisco se veía
venir) la Iglesia católica necesita mantener a salvo la fe de su grey, y quién
más que el vicario de Cristo más querido, más admirado, más venerado y más
cercano para los católicos, Juan Pablo II, quien por sus constantes viajes
alrededor del mundo y su mediación política como jefe del Estado Vaticano
cosechó, a lo largo de su pontificado, la simpatía y el cariño de millones de
personas.
Es así que a
pesar de la negra historia de Los Legionarios de Cristo y la ominosa reputación
de Marcial Maciel, a quien Karol Wojtyla siempre protegió y encubrió, el
catolicismo tiene un controvertido santo nuevo pues no hay que olvidar que más
allá de las fallas humanas, al hablar de religión, no podemos pasar por alto el
sustento de todo culto: la fe, y esa se respeta porque no admite
cuestionamientos, ya que estos son ajenos al plano dogmático.
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