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7 de febrero de 2014

El show presidencial

El presidente Peña Nieto se había comprometido a venir a Michoacán y esta semana por fin lo hizo, no sin la promesa (que para algunos suena como amenaza) de hacer doce visitas durante este año a fin de supervisar los trabajos del comisionado Alfredo Castillo. Claro que, a la usanza del presidencialismo mexicano, lo hizo cobijado por un fuerte dispositivo propio de quien teme por su seguridad y la de su séquito, para lo que la vialidad en toda esa zona de la capital michoacana se vio colapsada. El caso es que de nada sirve la visita de los mandatarios, pues no ven la realidad de las ciudades o poblados a donde acuden, ya que los responsables de la logística se encargan de montar toda una escenografía a fin de hacer confortable y agradable el paso de los convoyes.
    En su libro titulado Memorias, Gonzalo N. Santos (gobernador de San Luis Potosí de 1943 a 1949) cuenta que el 7 de julio de 1940, antes de acudir a votar, Lázaro Cárdenas daba vueltas por algunas calles de la Ciudad de México para darse una idea de cómo transcurrían los comicios para elegir a su sucesor en la Presidencia de la República. Al pasar frente a la casilla donde tenía que emitir su voto, notó que ésta era bien custodiada por personas afines al derechista Juan Andrew Almazán, candidato del Partido Revolucionario de Unificación Nacional. Los grupos de choque del gobierno que respaldaban a Manuel Ávila Camacho, bajo las órdenes del entonces subsecretario de Gobernación, Agustín Arroyo, de inmediato hicieron su jugada; fue así que entre ráfagas de ametralladora ahuyentaron a los que alcanzaron a correr, hirieron a unos y mataron a otros tantos almazanistas. Después de la refriega, la Cruz Roja recogió cadáveres y a los lesionados mientras los bomberos lavaban la sangre derramada. Cuando todo quedó inmaculado, cuenta Gonzalo N. Santos: “Ordené a los improvisados miembros de la casilla que pusieran la nueva ánfora de votos, pues iba a ser inexplicable que en ‘la sagrada urna’ sólo hubiera dos votos: el del General Lázaro Cárdenas, presidente de la República, y el de Arroyo Ch., subsecretario de Gobernación (…) ‘Qué limpia está la calle’, comentó Cárdenas al salir de la casilla. Yo le contesté: ‘Donde vota el presidente de la República no debe haber basurero’”.
    Este pasaje ejemplifica de manera extraordinaria esa idea de mostrar la mejor cara, el aspecto óptimo y el más perfecto orden cuando de la visita de un gobernante se trata. Es así que los convidados al festín lucen sus mejores galas y se ponen la sonrisa más amplia, las calles lucen impecables, totalmente libres de basura, pedigüeños, limpiaparabrisas y vendedores de chácharas en los cruceros, y entonces el mandatario exalta la belleza de la ciudad o el pintoresquismo del pueblo, no se diga si es uno de los que tienen el nombramiento de Mágico. Pero yo me pregunto qué sucedería si Peña Nieto viniera a Morelia casi de incógnito, quizá con su chofer y guardaespaldas, pero sin el convoy de soldados y federales, a lidiar con el tráfico y darle los cinco pesos al limpiaparabrisas que ni siquiera espera a recibir la respuesta negativa, simplemente arroja el chorro de agua jabonosa mientras exclama “¡a la vuelta me das si no trais carnal!”. Imaginemos cuál sería su reacción si de repente llegara a Tierra Caliente, donde la sociedad vive en la zozobra por no saber en qué momento se dará otro enfrentamiento.
    Durante la administración de Felipe Calderón eran notorias sus visitas a Morelia pues el Centro Histórico era un búnker, y tenía razón para temer pues, a pesar de ser oriundo de esta tierra, para un amplio sector de la población era -y lo sigue siendo- una persona non grata por haber emprendido una guerra que nadie le pidió y por el Michoacanazo, que no fue más que un acto de revancha política. Pero Peña Nieto, en un estado gobernado y legislado en su mayoría por su partido, el PRI, ¿a qué le puede temer en Michoacán si nos trajo la buena nueva de lo que ya se sabía que llegaría? Si como dicen sus correligionarios legisladores y demás miembros de la clase política estatal, Michoacán le agradece el apoyo y respalda las acciones emprendidas en la entidad, ¿no hubiera sido mejor que transitara por la ciudad dejándose ver por el pueblo que votó por él para recibir su cariño y respaldo como todo bien amado líder?, ¿acaso no sería bueno que acudiera a Tierra Caliente a escuchar de viva voz el clamor de los empresarios que están al borde de la quiebra, las familias fracturadas por la violencia y los presidentes municipales cautivos del miedo y la presión social?
    Como buen heredero del priismo, a Enrique Peña Nieto le gusta lucir poderoso; eso lo hemos visto desde su toma de posesión, cuando en torno a San Lázaro se montó un cerco infranqueable. Fuera de las vallas las manifestaciones fueron reprimidas con lujo de violencia aprovechando el caos generado por los grupos de choque que, hay que decirlo, se han vuelto una constante en casi todas las marchas de la Ciudad de México. Y mientras en las calles los manifestantes eran golpeados, al interior de la Cámara de Diputados, los legisladores del PRI también montaron un cerco en los pasillos para impedir cualquier intento de llegar a la tribuna por parte de los diputados de oposición, el escenario perfecto para montar un espectáculo mediático.
    Ahora, con la visita del jefe del Ejecutivo federal a Morelia, también se montó una escenografía en la que el actor principal se ajustó al libreto de anunciar recursos que ya estaban en gran parte etiquetados, como cuando su secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, vino a proclamar la inyección de capital para la entidad, que no era más que lo que ya estaba gestionado con Banobras por concepto de empréstito y reestructuración de deuda. Y es así como vimos desfilar a las grandes personalidades haciendo nada, sólo turismo político en un entorno seguro y con una escenografía bien montada para que los afortunados de la primera fila intentaran estrechar la mano del dignatario y, claro, los de plano bendecidos pudieran tomarse la foto del recuerdo. Todo mientras parecen ignorar que a muchos kilómetros, de ahí los grupos de autodefensa siguen avanzando, las cabezas continúan apareciendo y las fosas clandestinas son descubiertas.
    Pero usted y yo somos ajenos a ese sainete, así que no nos queda más que ser cuidadosos ante la inseguridad, pacientes en el tráfico y eficientes en la relación tan inequitativa entre la quincena y los precios, eso si queremos salir adelante pues, créame, ni a usted ni a mí nos escuchará Peña Nieto, ni el “gobernador” Alfredo Castillo, ni el gobernador honorario Fausto Vallejo, vaya, ni siquiera el maestro Willy.

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