Hace 20 años México y el mundo se
conmocionaron con la aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), el 1º de enero de 1994, en el estado de Chiapas, y hablo de la
entidad porque no fue un movimiento privativo de San Cristóbal de las Casas,
sino que en él estaban representadas todas las etnias de aquel estado. No me
ocuparé de los pormenores de esa lucha que inició mucho antes porque otros, quizá
más sapientes y experimentados que yo, ya lo habrán hecho. Más bien escudriño
en mis libreros y saco de entre mi pequeño acervo un libro que fue mi regalo de
cumpleaños en el año 2000. En la portada de color verde y entre hojas de alguna
planta se lee el título Detrás de
nosotros estamos ustedes, autoría del subcomandante
Marcos, editado ese año por Plaza
Janés y con prólogo de Eduardo Galeano.
Detrás
de nosotros estamos ustedes es un compendio de
comunicados, cartas y discursos de Marcos
a manera de crónica del zapatismo, el encuentro con la pobreza, los
posicionamientos políticos, las simpatías con intelectuales como Carlos
Monsiváis o movimientos sociales, la masacre de Acteal perpetrada por un
comando paramilitar el 22 de diciembre de 1997. En fin, este libro nos permite
un acercamiento a un Marcos político -que
siempre lo ha sido- y al líder guerrillero dueño de una prosa poética si hay
tiempo para ello, dura si es necesario y siempre en busca de diálogo. Pero
también nos permite asomarnos al Marcos
que pese al papel protagónico que jugó, tuvo la humildad para ser
subcomandante, pues el grado de comandante fue y ha sido para los indígenas a
los que el EZLN dio una voz acallada durante siglos de opresión, miseria,
hambre y marginación; los ignorados, los esclavizados, los pequeños que juntos
se volvieron grandes, los que mediante la lucha zapatista dijeron “aquí
estamos, no nos hemos ido, no hemos muerto y aquí seguiremos”.
Entre los comunicados y discursos
formales de Marcos, en este libro
podemos conocer a dos heterónimos del líder guerrillero: Durito y El Viejo Antonio.
El primero, un escarabajo, hace las veces de Pepe Grillo del subcomandante,
es el que ha viajado y departido, por ejemplo, con José Saramago y Joaquín
Sabina; el que azuza a Marcos para
tener más arrojo, el que lo regaña si es necesario, el que lo mismo es pirata
que caballero andante. Este personaje representa la voz de los pequeños que no
se doblegan, esos que mediante la lucha ponen a temblar las más sólidas
estructuras del neoliberalismo.
“El tiempo está a favor de los
pequeños”, dice la canción de Silvio Rodríguez y Don Durito de la Lacandona lo sabe y lo pone de manifiesto. Es por
eso que este escarabajo encarna también la voz de la otredad en el discurso de Marcos, porque los otros, al mirarnos,
nos ven como otros siendo ellos un nosotros y nosotros hacemos otro tanto, pero
a final de cuentas las diferencias no son tantas si reconocemos que aquí y allá
somos lo mismo, somos humanos, ciudadanos del mundo sin importar el color, la
lengua o el poder adquisitivo, pero los otros nos diferencian y nosotros les
hacemos lo mismo porque no reconocemos que en la otredad también debe haber
diálogo y equidad.
Siendo un pirata, Durito representa el afán combativo que
permite enfrentarse al sistema para cimbrar la pirámide del poder, y eso se
debe a que este personaje tiene la audacia, la valentía y la belicosidad para
ir al abordaje y emprender cualquier conquista. En su otra faceta, cual Quijote
de La Mancha es un deshacedor de entuertos, un valiente guerrero que con
romanticismo defiende a los indefensos, libera a los cautivos y lucha por los
más altos valores de la justicia como se estila en la andante caballería. Visto
desde un punto de vista literario, este heterónimo creado por Marcos da un toque de antisolemnidad a
lo que el guerrillero escribe en tanto que constituye un cambio de aliento que
viene a romper un poco con la tensión que priva entre los posicionamientos
políticos y la controversia que estos hayan podido provocar en su momento.
El otro interlocutor de Marcos, El Viejo Antonio es, podría decirse, diametralmente opuesto a Durito porque encarna la voz de los
pueblos originarios que se manifiesta en su cosmovisión, dado que las palabras
de este hombre de la Selva Lacandona llevan la sabiduría vertida en el Popol Vuh sobre el origen del mundo, de
los hombres y de algunos de sus vicios y virtudes. Hombre paciente que sabe
escuchar a la noche, la lluvia y a la ceiba, sirve a Marcos para expresar la compenetración de los indígenas con su
entorno natural, que es la base del social, y no como en nuestras sociedades
supuestamente civilizadas, en las que la sobrevivencia del entorno natural
depende del entorno social. Un ejemplo de ello es el proyecto del Libramiento
Sur, el cual implica afectar severamente un pulmón de la ciudad simple y
sencillamente porque muchas personas de aquel lado de Morelia necesitan un
acceso rápido, cuando la relación de valor debería ser a la inversa.
El
Viejo Antonio, en términos políticos, ha representado
en Marcos la capacidad para escuchar
a los otros para entonces mandar sus señales a fin de entablar un diálogo más
eficiente con la sociedad, pues así como a la selva no podemos imponerle una
infraestructura que la dañe si es que deseamos conservarla, a los demás no
podemos imponerles nuestras reglas pues aquello ya no será diálogo, será más
bien confrontación y sometimiento del más fuerte al más débil, y el zapatismo
jamás ha pugnado por ello.
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La importancia de Detrás de nosotros estamos ustedes y de
otros materiales bibliográficos de esta naturaleza estriba, como lo decía más
arriba, en que constituyen la bitácora y crónica del zapatismo, un movimiento
que tomó las armas con las ganas de no usarlas, armas que, como diría Marcos, no quieren ser disparadas porque
el EZLN ha sido ante todo un movimiento social y político que busca la
dignidad, el respeto y la memoria, no para arribar al poder destronando al
gobierno ya que el oprimido, cuando detenta el poder, no tarda en corromperse
para terminar siendo opresor. No, el EZLN ha sido liberador pero no en el plano
bélico, sino que ha sido de liberación de conciencias, pues antes del 1º de
enero de 1994 la palabra “indígena” se asumía como un insulto y ahora, 20 años
después, es un rasgo de identidad de los pueblos originarios que, no obstante
los logros del zapatismo, siguen requiriendo de la lucha de ellos que es de
todos para alcanzar la justicia, la equidad y la posibilidad de un mejor
futuro.
Celebremos pues 20 años del
zapatismo contemporáneo en el plano público, pero hagámoslo enarbolando los
ideales básicos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: democracia, libertad
y justicia.
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Jorge te escucha, habla con él