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9 de marzo de 2009

RESEÑA FICTICIA A UN ARTISTA EXTREMO

El artista conceptual, Josafuck Perezakov, de nueva cuenta cimbra los cánones artísticos con su más reciente instalación montada en el Centro Cultural Pancho Rubalcaba. Recordemos cuando, en 1978, el entonces arte contemporáneo sufrió una fortísima sacudida desde los cimientos hasta los tendederos de la azotea con la instalación “El Huevo de Heidegger”.
Un huevo, dentro de una jaula cautiva en un horno eléctrico. Al accionar el aparato, el huevo, que tenía ojos y una gran sonrisa pintados con marcador rojo, estallaba. Aunque esa instalación movió el morbo colectivo y contó con más de diez visitantes (mismos que más tarde escribieran profundas reseñas a petición del artista), sólo dos se atrevieron a encender el horno. El propio Perezakov para comprobar que, aunque tenía cara, el huevo no lloraría; y el velador del museo, al intentar una omelet. Las reacciones no se hicieron esperar y varios grupos conservadores intentaron clausurar la instalación acusando al autor de estulticia. Por otro lado, los amantes del desayuno continental tuvieron grandes ideas, como agregar tomate y cebolla al huevo. El artista, al ser cuestionado, argumentó que con esa instalación pretendía dar el mismo mensaje que Heidegger, aunque nunca dijo exactamente cuál era.
Después de trabajar en diversos proyectos colectivos como marchas, plantones, mítines, bloqueos en autopistas y secuestro de edificios gubernamentales, el nombre de Josafuck Perezakov vuelve a hacer eco entre los círculos intelectuales de los que siempre ha querido formar parte. El motivo de tal revuelo es su nuevo trabajo: “De tu arte a mi arte”.
La nueva instalación de Perezakov es un ocurrente y ocioso recorrido conceptual desde la peculiar visión del artista. En la primera sección, el espectador se enfrenta con la más cruel aversión hacia la estupidez al presenciar una recreación de El lado oscuro del corazón, sólo que aquí un taquero arroja aceite hirviendo e increpa soezmente a Oliverio por pretender pagar los tacos con poemas de Neruda y Benedetti. Aunque el vulgo, como lo llama el artista, no entienda el significado, los críticos y especialistas se encuentran con una catártica alegoría y una fuerte crítica al poeta que no haya cómo decir que lo es o que al menos presume su buena memoria.
En la segunda sección denominada “El cuerpo del arte”, Perezakov tiene a una mujer desnuda, recostada y con las piernas abiertas. A un costado hay una mesa con diversos objetos como pinceles, martillos, café hirviendo, cuchillos, pintura en aerosol, plumeros, polvo pica-pica, taladros, sierras y otros artefactos con los que el espectador puede hacer lo que quiera al cuerpo de la mujer. Dado el éxito de esta obra, el artista se ha visto en la necesidad de contratar a una enfermera que constantemente inyecte morfina a la modelo; este recurso, si bien no estaba planeado, aporta a la obra un factor emotivo que ha arrancado lágrimas a muchos, empezando por los padres de la modelo, quienes aseguran estar orgullosos de la incursión de su hija en el contemporáneo y efímero arte de las instalaciones.
Para no cansar al lector, pues posiblemente no es tan culto como quienes sí encontramos sentido a lo que a todas luces no son más que ocurrencias, finalizaré esta reseña con lo que, a decir de la crítica especializada, es el punto culminante de toda la obra: “Música rara, música buena”. En esta sección hay cinco estudiantes del Conservatorio de Música “Paolo Boti”. Uno de ellos hace sonar un morral lleno de monedas de diez centavos, otro sube y baja la cremallera de su pantalón, el tercero sopla en una botella a medio llenar y el cuarto golpea un tambo con un bastón, todo mientras una estudiante de canto entona un agudísimo “¡Cuac! ¡Scuirt-scuirt! ¡Moc-moc!”. Todos estos sonidos conforman un imponente ensamble que, catártico a fin de cuentas, conmociona al espectador hasta hacerlo experimentar la más vomitiva experiencia estética.
Así pues, según la crítica especializada, este nuevo trabajo de Josafuck Perezakov constituye un canon más elevado en el arte contemporáneo y traza un nuevo reto en el devenir artístico de las futuras generaciones que pensarán en Josafuck Perezakov como en el iniciador de una era en la que entre más absurda, ociosa e incomprensible sea una obra, mejor.

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