Vivimos en una
sociedad rica en buenas conciencias, en mentes piadosas preocupadas por el
mundo que le dejamos a nuestros hijos, por los más altos valores de la
convivencia humana, la responsabilidad social y el respeto a las instituciones
que enarbolan al Estado mexicano.
Sucede que
cuando se es figura pública no se está precisamente bajo los reflectores, se
está bajo la lupa de inquisidores de la moral que señalarán cualquier actitud
fuera de la sacrosanta investidura para de inmediato lanzar críticas punzocortantes
bajo el pretexto de lo políticamente correcto y las buenas costumbres (“¿Quiere
alguien pensar en los niños?”, diría la esposa del reverendo Alegría).
El 21 de este mes se difundió la noticia de
que la entonces subprocuradora regional de Zitácuaro, María de la Luz Hernández
Pacheco, había sido separada del cargo por indicación expresa del gobernador
Jesús Reyna: “Revisando lo ocurrido, he instruido al
procurador para que inicie una investigación y separe de su cargo a la
subprocuradora de Zitácuaro”, escribió el interino en su cuenta de Twitter. El
motivo todos lo sabemos: un desayuno en la oficina para celebrar el Día de las
Madres. En el festejo, en un ambiente de maternal chacoteo y entre fuertes
dosis de café y grandes cantidades de jugo de naranja, un policía municipal se
prestó al relajito y le hizo un torpe baile a la entonces subprocuradora
simulando un striptease. Ahora
imaginemos al alma caritativa que tuvo a bien grabar con el celular y subirlo a
YouTube para espanto y horror de quienes pusieron el grito en el cielo ante tan
abominable acto (y no me refiero sólo al baile del poli). Seguramente, entre risas y complicidad, en el fondo de un
posible resentimiento pensaba: “Esto es una joya, ya te torcí”.
De nada le valió ser
maestra en Derecho, ni el hecho de que antes de ser subprocuradora fuera
secretaria técnica de la Secretaría de Seguridad Pública, ni que haya sido
primera visitadora de la CEDH, un currículum que muchos funcionarios de la
actual administración estatal quisieran. De nada le sirvió eso a María de la Luz Hernández Pacheco, pues desde una
doble moral tan gratuita como intransigente, Reyna pidió su destitución para
beneplácito de aquellos que dijeron: “Sí, la señora manoseando al pobre policía
(porque sin la compasión estas lamentaciones carecen de sentido) y la pobre
gente haciendo fila para que la atendieran”. De todos modos hacemos fila aunque
no estén festejando nada.
Ahora, yo me
pregunto: ¿Y si hubiera sido un subprocurador festejando el Día del Padre en el
table?, ¿las reacciones hubieran sido
iguales? No, si el supuesto no tuviera enemigos, si no hubiera asegurado la
limpieza de la dependencia -como sí lo hizo la ex subprocuradora-, no si el
funcionario tiene amigos poderosos que con una llamada lo sacan de cualquier aprieto,
no si es un liderazgo en el partido que gobierna. Y si la presión social es
mucha, no lo despiden, simplemente lo esconden en el área más administrativa de
cualquier otra dependencia o lo ponen, aunque sea, de asesor del asesor con tal
de mantenerlo en la nómina.
El caso es que
ignoramos la cantidad de historias ocultas en la clase política y por eso
sobredimensionamos unas cuantas y nos desgarramos las vestiduras y tomamos
parte del linchamiento público, olvidando que no somos quiénes para lanzar la
primera piedra. Hechos como el de la Subprocuaduría Regional de Zitácuaro se
dan a conocer o se critican por venganza política, una guerra sucia contra
quien estorba a ciertos intereses.
Pero yo me pregunto: ¿Cuántos
políticos pederastas habrá en México?, ¿cuántos funcionarios gastan miles de
pesos en prostitutas, alcohol y cocaína?, ¿en cuántas administraciones
municipales morelianas han proliferado los table
dance?, ¿cuántos políticos han cometido verdaderos delitos y el fuero los
mantiene a salvo?, ¿cuántos desfalcos, cuánto encubrimiento, cuánta simulación?,
¿cuánta complicidad a cambio de jugosas propinas para otorgar contratos y
licitaciones?, ¿cuántos juniors están en puestos importantes sólo porque el
papá tiene poder político?, ¿cuántas plazas conseguidas sólo porque el papá
tiene vara alta en la SEP?, ¿cuántas
mordidas para conservar la licencia o de plano operar sin ella?, ¿cuántos
funcionarios de los tres niveles gastan miles de pesos en una comida con sus
nalgonas y achichincles y nada más piden la factura para recuperar el gasto?. ¿Cuántos
Granier, cuántas Gordillo, cuántos Corderos, cuántos Barbaján, cuánta doble moral?, ¿cuántas telenovelas y cuánto futbol
para no hacernos, para no hacerles, para no encarar a los políticos y gritarles
a la cara estas preguntas?
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