A veces los
políticos hacen enojar y hasta dan ganas de bañarlos con una manguera de agua a
presión, a veces; en otras ocasiones, sobre todo tratándose de priistas, son
tan patéticamente divertidos, tan lastimosamente hilarantes, que no queda más
que reírnos de sus gracias, convertirlos en memes y seguir al pendiente de sus
jiribillas y derrapes por si en medio del discurso vacuo surge una perla, o ya
por lo menos una cita citable como esas de Selecciones.
Entre los políticos
de los diferentes partidos, los del PRI son los más absurdos y explico por qué
lo creo. En el PAN, aunque hay personajes como Ernesto Cordero y Felipe
Calderón, o represores a los medios como Juan Manuel Oliva, su discurso es,
digamos, centrado en lo que son: la ultraderecha neoliberal sin un liderazgo
sólido, al menos no desde que Espino, Fernández de Cevallos y Fox se
desmarcaron. En el PRD, a pesar de los chuchos
se han mantenido ciertos ideales que le dan identidad, y es que aún hay
militantes que creen en la izquierda partidista y liderazgos que han auspiciado
esta creencia, lo cual hace pensar en la posibilidad de que el PRD recupere el
rumbo con la dirigencia adecuada, que actualmente no la tiene a nivel estatal
ni mucho menos nacional. Pero con el PRI, de verdad que con frecuencia no hay
ni por dónde quererlos pues utilizan a sus militantes, y sus dirigentes, hay honrosas
excepciones, no tienen discurso, no proponen, sólo se dedican a arropar y
solapar a los gobiernos emanados de este partido.
Traigo todo esto a
cuento porque tras el asesinato de Salvador
Vega Ramírez, dirigente municipal del PRI en Erongarícuaro, Osvaldo Fernández
Orozco, el mismo que el año pasado deseó públicamente la muerte a Andrés Manuel
López Obrador, se dijo indignado, y por ello transcribo la declaración de este
individuo recogida por Revolución 3.0,
en la que el dirigente hace un llamado enérgico “para que esta situación pare
en Michoacán, no podemos seguir así, no es justo que la ciudadanía en general,
las personas de bien, vivamos esta incertidumbre que desde hace tiempo se ha
venido dando, trastocando de manera directa la integridad de las personas que
no tienen nada que ver en ilícitos y que lo que quieren es vivir en paz y en
armonía”.
Es lógico que ante el asesinato de un político, los liderazgos de su
partido se pronuncien a fin de presionar para que las autoridades resuelvan
pronto el caso, y es que si un homicidio es muchas veces lamentable, el que la
víctima sea una figura de la política consterna aún más, primero, por las
implicaciones que pudiera tener, y en segundo lugar pero más importante, por el
trasfondo de tal acto. ¿A quién estorba?, ¿qué otros intereses hay de por medio
además de los políticos?, ¿venganza personal o ejecución por parte de un grupo
delictivo?, si fue un cártel criminal el que perpetró el asesinato, ¿hasta
dónde este grupo está metido en la política?, ¿cuáles acuerdos se violaron?,
¿qué no quiso pactar la víctima? Son preguntas obligadas ante un hecho de esta
naturaleza y que Fernández Orozco, antes de hacer una rabieta que no le queda, debería
plantear al interior de su partido.
Osvaldo Fernández Orozco |
Al PRI no le queda ponerse en plan crítico con el gobierno del estado
porque apenas hace unos días celebraban las políticas de la administración
estatal, y ahora resulta que ya vieron que esa ola de violencia de la que tanto
se ha hablado sí existe y sigue cobrando víctimas; ahora resulta que sí hay
inseguridad y que urge hacer algo para frenarla, y eso quiere decir que los
grupos delictivos que han operado en la entidad siguen funcionando, que no se
ha acabado con el crimen organizado ni con los operadores políticos a su
servicio. Y mientras esa realidad al fin es reconocida por el PRI en Michoacán,
el gobernador tiene en su familia una bomba de tiempo que le puede estallar en
la cara con funestas consecuencias para el gobierno que constitucionalmente
encabeza, y sería ingenuo pensar que no lo sabe puesto que, aunque en el seno
familiar se le engañara, en el terreno político es difícil ocultar algo durante
mucho tiempo, y más en la era de La Tuta
como prolífico videasta, pero eso apenas es un señalamiento, falta que la PGR
se digne a difundir la filmación que, según El
Universal, tiene en su poder. O bien hay que esperar a que los intereses de
Alfredo Castillo hagan necesario otro golpe mediático al gobierno estatal para
que más gente vaya a dar a la cárcel mientras la violencia continúa, pues de
otra forma es incomprensible la reserva respecto al video en que supuestamente
el hijo del gobernador aparece con el líder templario.
Todo este panorama choca con las declaraciones triunfalistas y casi
festivas de Fausto Vallejo en el sentido de que la estrategia federal en
Michoacán ha tenido resultados, que la entidad avanza con paso firme, que ahora
hay paz y armonía, y que la violencia es cosa del pasado, al grado de decir que
“lo que ha sucedido en Michoacán es extraordinario. Sólo un necio, un tonto, un
mezquino no lo puede aceptar… entonces ya estarle buscando los detallitos,
caray, es ridículo”. Y entonces, más chocantes resultan las declaraciones de Osvaldo
Fernández Orozco que de buenas a primeras vio que no estábamos exagerando, que
el estado sí está sumido en la inseguridad y que las críticas no eran tanto por
envidia a “los logros priistas”, sino porque el estado ya no está para más
políticas fallidas ni para seguir soportando contracciones económicas. Y ahora,
al rasgarse las vestiduras por el asesinato del dirigente priista de
Erongarícuaro, Fernández Orozco ha pasado a engrosar las filas, de por sí
vastas, de los necios, tontos y mezquinos que sí le encontramos “detallitos” al
actual gobierno.